Viernes, 14 Agosto 2020 12:00

Olvidarse de uno mismo para encontrarse

La esencia de las escrituras está en su aspecto práctico. Al tratar con los demás, ¿fuimos capaces de mantener la compostura? De lo contrario, ¿cuál es la diferencia entre nosotros, una grabadora o un libro?

Tenemos mucho más que aprender de las personas que nos rodean, que de los libros. Las escrituras se enseñan en los ashrams y todo el mundo las aprende, pero su esencia está en su aspecto práctico. Aprendemos el lado práctico de las escrituras cuando tratamos con otras personas.

Debemos ser conscientes que cada situación a la que nos enfrentamos en la vida es una prueba que nos es dada por nuestro Maestro. Ansiamos recordar lo aprendido y aplicarlo en nuestra prueba. Al tratar con los demás, ¿fuimos capaces de mantener la compostura? De lo contrario, ¿cuál es la diferencia entre nosotros, una grabadora o un libro? Leemos un libro y repetimos lo que hemos leído; escuchamos una grabación y repetimos lo que hemos escuchado; si escribimos la palabra “miel” en un papel y lo lamemos, no saborearemos la dulzura de la miel. Diremos a todo el mundo que somos miel, pero no demostramos ninguna cualidad de la miel.

Un discípulo debe actuar como un sirviente, pero a la vez, no debe ser solamente un sirviente. El deber del discípulo es cumplir las tareas recibidas del Gurú, usando su discernimiento para cumplirlas de la forma más eficaz.

Tal como los rayos ardientes del sol se reflejan en la luna y alcanzan la tierra, siendo rayos lunares refrescantes, la penitencia intensa de conexión con Dios llena nuestros corazones de alegría cuando servimos al Maestro. Como resultado de nuestra excesiva familiaridad con el lado físico del Maestro, a menudo olvidamos su divinidad. Gurupurnima nos ayuda a recordar esta divinidad y aunque veamos el cuerpo físico del Maestro, en realidad, todos los seres vivos son el cuerpo del Guru. La liberación del discípulo radica en amar y servir ambos aspectos del Guru. Liberación no significa renuncia a todo, irse a una cueva y quedarse allí sentado como una estatua, sino sentir la fortuna de olvidar nuestro ser y dedicarse totalmente a servir el Maestro. Servir al Guru es la mayor satisfacción, gratitud y liberación.

De la misma forma que no hay diferencia entre el océano y las olas, o entre el oro y las joyas hechas de oro, tampoco hay diferencia entre el Creador, Dios, y lo creado; el mundo. Esencialmente son lo mismo: conciencia pura. Dios no está sentando en un trono de oro en el cielo, Dios es la conciencia de todos los seres. El sol no necesita de la luz de una vela. El estado ideal es aquel en el cual consigamos ver la unidad de todos los seres, amándolos y sirviéndolos desinteresadamente. Es necesario alcanzar este estado, aunque sea difícil al principio. Cuando la hierba alcanza una cierta altura, vuelve a doblarse para que las semillas puedan quedarse en el suelo y convertirse en una planta nueva y aunque la pongamos hacia arriba, volverá a doblarse. Es el símbolo de la humildad y cuando la desarrollamos, todo se convierte en “sadhana” o práctica espiritual y aunque muy pocos lo consigan, eso no quiere decir que no debamos intentarlo, tenemos que intentarlo.

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