06/05/2017 - LOS LUGARES SAGRADOS Y EL SATGURÚ

En Marzo de 1995; Amma y los residentes del ashram regresaron a Amritapuri tras la ceremonia de consagración del templo Brahmasthanam, en Dehli. El viaje duró una semana. Durante el viaje, Amma procuró que no se interrumpieran las prácticas espirituales de sus hijos. Se viajaba todo el día pero, al atardecer, todo el grupo se detenía cerca de un río o un lago. Después de darse un baño, todos se congregaban alrededor de Amma para meditar y cantar los Bhajans.

En la tarde del tercer día, fue imposible encontrar un río o un estanque, a pesar de todos los esfuerzos. Cuando Amma vio que todos estaban inquietos por la dificultad de darse un baño aquella tarde, dijo: “¡Vamos a nadar, hijos míos! No nos privaremos. Hay bastante agua en algún sitio.” Amma hizo detener el autobús y preguntó a las gentes del lugar, que contestaron: “Por aquí no hay ningún lago o río, y el agua es escasa.” Cuando le dieron esta respuesta, Amma los consoló a todos diciendo: “No, no, la mente de Amma dice que, no muy lejos de aquí, hay agua. ¡Vamos a preguntar de nuevo!” Los brahmacharis se separaron para preguntar a los habitantes. De pronto, uno de ellos se acordó: “¡Ah, sí! Hay una cantera no lejos de aquí. Explotó y se fue llenando de agua hasta formar un pequeño lago.”

Amma y el grupo siguieron sus indicaciones. Después de un corto paseo, llegaron a la orilla de dos pequeños lagos de agua clara. Todos nadaron con Amma llenos de alegría. Luego se congregaron a su alrededor para meditar y se unieron a ella para cantar Bhajans. Entonces Amma entró en éxtasis. Alzó los brazos hacia el cielo y gritó: “¡Venid rápido, queridos hijos! ¡Venid corriendo!” Todos permanecieron un momento en silencio, inmersos en gozo. Después, un francés llamado Daniel rompió el profundo silencio: “Amma, sentimos una gran alegría cuando nadamos contigo. Es como si hubiéramos ido al Himalaya y nos bañáramos en el Ganges. Cuando se anuló la visita de Amma a Rishikesh, nos sentimos muy decepcionados al pensar que no tendríamos ocasión de bañarnos en el Ganges. Ahora ya no tenemos ese sentimiento.”

Amma: Hijos míos, los templos y las aguas sagradas, permiten que la gente se acerque a la espiritualidad, hasta que encuentren a un SatGuru. El que se entrega a un SatGuru no necesita ir en busca de un río sagrado. Un mahatma perfecto es la confluencia de todos los ríos santos. Entregarse totalmente a un maestro equivale a bañarse en todos los ríos sagrados.

Se dice que allí donde está el Gurú, está Benarés y que el agua utilizada para lavarle los pies es el Ganges. Ciertamente, el agua que toca los pies de un mahatma es “el agua del Ganges”. El agua de la Pada Puja está llena de la energía del mahatma. Si uno bebe el agua de la pada puja no necesita ir a Benarés ni a ningún otro lugar. No hay nada que purifique más que el agua de la pada puja. Ella es el auténtico Ganges.

Pregunta: Amma, ¿de dónde viene la santidad y pureza de los ríos sagrados?

Amma: Todos los ríos nacen en las montañas. No hay diferencia entre las aguas que fluyen por los diferentes ríos. ¿Qué diferencia al Ganges de los otros ríos? ¿Cómo explicar que nadie coge ninguna enfermedad cuando se baña en el Ganges?

Muchos mahatmas se bañan en ríos como el Narmada y el Ganges y numerosos ascetas meditan en sus orillas. Eso es lo que santifica a esos ríos sagrados. Un río se vuelve sagrado cuando los mahatmas se bañan en él. Sus puras vibraciones se disuelven en el agua. Bañarse en compañía de un mahatma, es como si se probase un poco de la dicha de Brahman. Bañarse en presencia de un mahatma equivale a bañarse en el Ganges.

No obstante, la fe es el fundamento de todo. Con amor y fe, cualquier cosa se convierte en sagrada. ¿Conocéis la historia de Pakkanar? Una vez, un brahmin que se disponía a ir a Benarés invitó a Pakkanar a que lo acompañara. Tenía previsto bañarse en el Ganges y recibir el Darshan del Señor Vishvanath de Benarés. Sin embargo, Pakkanar no podía partir en aquellos momentos y le dijo: “Puesto que tú vas a ir de todas formas, te estaré muy agradecido si sumerges mi bastón de peregrino en el Ganges sagrado y me lo traes.” EL brahmin aceptó y se llevó el bastón. Pero, una vez en Benarés, mientras se bañaba en el Ganges, la corriente se llevó el bastón. A su regreso, el brahmin explicó a Pakkanar cómo había perdido su bastón. Pakkanar le dijo: “No te preocupes, voy a recuperarlo.” Se sumergió entonces en una laguna que se encontraba cerca de su casa y ¡salió a la superficie con el mismo bastón que había confiado al mismo brahmin!” A continuación le dijo a éste: “Si tienes fe, cualquier agua puede convertirse en agua del Ganges sagrado; y si no tienes fe, el Ganges y el Yamuna no son más que unos ríos corrientes.”

Pregunta: Así, cuando Amma está con nosotros, todas las aguas sagradas están presentes. Algunos, sin embargo, han ido a Rishikesh y a Haridwar.

Amma: La entrega de ellos es limitada. Una vez que se conoce a un mahatma, hay que tener una fe inocente y entregarse a él como un niño. Si alguien va en busca de agua sagrada después de haber encontrado a un maestro espiritual, significa que todavía no tiene una fe firme. Podéis obtenerlo todo de un SatGuru, no hay necesidad de ir a ninguna parte en busca de algo.

¿Conocéis la historia de Ghanesa? Un día, Ghanesa y Muruga vieron que su madre Devi Parvati (La Madre Divina) sostenía en su mano un fruto maravilloso. Ambos fueron a pedírselo. La Madre Divina prometió entregar el fruto al primero que lograra dar la vuelta al mundo. Muruga montó sobre su pavo y partió veloz. Pero Ghanesa sabía que el Universo moraba dentro de sus divinos padres y se quedó. Después de dar una vuelta alrededor de sus padres, pidió el fruto a su madre. La diosa se lo dio con alegría. El que sabía que la creación entera estaba contenida en el interior de Shiva y de Parvati, recibió el fruto de la inmortalidad. Lo mismo sucede cuando os refugiáis en un SatGuru, todo se os da. En los pies sagrados del gurú están contenidas todas las divinidades, todos los mundos. Si se tiene fe en un maestro espiritual, nada nos tendría que hacer dudar de esa fe. Debería ser inmutable y constante.

No siempre resulta fácil vivir cerca de Amma. Es posible que tengáis que afrontar penalidades o superar alguna prueba. Cuando os encontréis con alguna de estas dificultades menores, tal vez tengáis ganas de marcharos. Unos desearán ir a Benarés, otros a Haridwar o al Himalaya para dedicarse a la práctica espiritual. Pero, hijos míos, no tenéis conciencia de la forma en que un mahatma trabaja en vosotros. No lo comprendéis y estáis desconcertados. Amma opera desde el interior, muy profundamente, sin hacer ninguna incisión exterior. Opera y crea profundas transformaciones. De forma sutil, suprime vuestras vasanas. No lo veis, pero es posible que tenga que eliminar muchas cosas. Amma hace salir el pus de las heridas que lleváis en vosotros y ese proceso, a veces, resulta doloroso, Hay muchas cosas que extraer. Es como un imán moviéndose bajo una mesa sobre la que estarían dispuestas partículas de hierro. Vosotros no veis más que las partículas porque el imán permanece oculto. Cuando se desplaza, las partículas que están sobre la mesa se mueven y cambian de posición, sin que comprendáis ni por qué ni cómo. Al no entender este doloroso proceso, tenéis posiblemente ganas de huir.

En presencia de un mahatma, vuestras vasanas se extinguen rápidamente. Cuando hayan desaparecido todas, se produce la realización.

Hijos míos, si hacéis práctica espiritual por vuestra cuenta, seguramente no lograréis eliminar el Prarabdha karma de 100 vidas. Pero si permanecéis junto a un SatGuru y realizáis práctica espiritual, es posible eliminar el Prarabdha karma de 1000 vidas.

Hacer práctica espiritual de acuerdo con las instrucciones de un SatGuru, es como cavar un pequeño agujero cerca de un río; seguro que encontráis agua. Mientras que practicar por vuestra cuenta, sin la guía de un maestro, es como cavar en una roca.

El discípulo que está totalmente entregado a su maestro no lo abandonará nunca. Ni siquiera la idea de marcharse, le pasará por la mente. Aunque apareciera Dios, el discípulo preferirá permanecer con el maestro antes que seguir a Dios; entre Dios y el maestro, elegirá al maestro.

Había una vez un gran sabio que tenía numerosos discípulos. Un día, los convocó a todos, y les dijo: “A causa de los frutos de mis acciones pasadas, este cuerpo va a sufrir muy pronto la lepra y la ceguera. Me voy a marchar a vivir a Benarés. ¿Alguno de vosotros está dispuesto a venir y atenderme cuando este cuerpo caiga enfermo?”

Los discípulos se miraros entre sí; sus rostros expresaban recogimiento y temor. Nadie se atrevía a decir nada. Entonces, el más joven de los discípulos se levantó y dijo: “Venerado maestro, iré con usted”.

Pero el maestro contestó: “Hijo, eres demasiado joven y aun no sabes lo que significa servir”.

El joven replicó: “¡Respetado maestro, estoy dispuesto a ir, pues lo único que deseo es acompañaros!” El maestro se esforzó en disuadirlo, pero el discípulo no cedió dada la intensidad de su deseo, Por tanto, el maestro y su joven discípulo viajaron hasta Benarés. Poco después de su llegada, el maestro contrajo la terrible enfermedad y perdió la vista. Noche y día, el discípulo sirvió a su maestro con devoción. Nunca lo dejaba solo, salvo para ir a mendigar comida o lavar las ropas del maestro. Se ocupaba contantemente de él y hacía todo lo que estuviera en sus manos para satisfacer hasta las mínimas necesidades.

A pesar de la devoción inquebrantable del joven y de su completa dedicación, el maestro le reñía a menudo con severidad y le acusaba de faltas que no había cometido. Le reprendía diciéndole que las ropas estaban mal lavadas o que la comida estaba podrida. En otras ocasiones, sin embargo, se mostraba tierno y amoroso, diciéndole que se estaba esforzando mucho.

Un día se le apareció al discípulo el Señor Shiva y le dijo: “Estoy muy contento por tu devoción y abnegación hacia el maestro, puedes pedirme un favor.” Pero el discípulo no quería pedir nada sin recibir, primero, la autorización del maestro. Entonces, se fue corriendo a buscar al maestro y le dijo: “Mi gurú reverenciado, ¿puedo pedir al Señor Shiva que cure vuestra enfermedad?”

El maestro respondió encolerizado: “¡Tú no eres mi discípulo, sino mi enemigo! ¿Deseas que sufra todavía más en mis próximas vidas? ¿No deseas que se consuma mi prarabdha karma ahora y me libere en esta vida?”

EL discípulo regresó todo triste y le dijo a Shiva: “Señor, perdóname, pero mi maestro no deja que te pida la única cosa que deseo. Por lo que a mí respecta, no deseo nada en particular.”

Así pasaron los años y el discípulo, encarnación de la devoción, continuó sirviendo al maestro con el mismo amor e inquebrantable entrega. Un día, en que se dirigía al ciudad para mendigar comida, el Señor Vishnu se le apareció y le dijo: “Hijo mío, estoy muy contento por tu devoción y abnegación hacia tu maestro. Estoy dispuesto a concederte cualquier favor. Sé que no le pediste nada al Señor Shiva, pero espero que no me decepciones también a mí.”

El discípulo preguntó al Señor: “¿Cómo puedes estar contento de mi servicio, si yo no te he servido, ni siquiera me he acordado de ti?” El Señor Vishnu le sonrió y contestó: “No hay diferencia entre el maestro y Dios. Dios y el Gurú no son más que uno. Lo que me complace es ver cómo sirves a tu maestro.”

De nuevo, el discípulo fue a ver a su maestro para que le permitiera solicitar una gracia. El maestro le contestó: “Si tú deseas algo, pídelo, pero no pidas nada para mí.” EL discípulo regresó al lado de Vishnu y le dijo: “¡Oh, Señor, dame más conocimiento y sabiduría para que pueda servir mejor a mi maestro, de acuerdo con sus deseos! Por mi ignorancia, no llego a comprender qué es lo que realmente desea. ¡Oh, Señor, concédeme el conocimiento necesario para servir a mi maestro como mejor convenga!” Su petición complació al Señor Vishnu y afirmó: “¡Que así sea¡”

Cuando el discípulo regresó a su maestro, éste le preguntó qué favor había pedido al Señor. El discípulo le explicó lo sucedido.

De pronto, todos los síntomas de la lepra desaparecieron del cuerpo del maestro y recuperó la vista. Sonrió a su discípulo y lo estrechó entre sus brazos.

El mahatma se había causado voluntariamente la lepra y la ceguera para poner a prueba la devoción y la abnegación del más joven de sus discípulos. Establecido en la Verdad Suprema, no tenía que consumir ningún Prarabdha karma. Bendijo a su discípulo concediéndole el conocimiento supremo y dijo: “Estoy muy satisfecho de tu devoción. Los discípulos que sirven a su maestro con tanta devoción y abnegación están a salvo de cualquier peligro. Que todos tus discípulos y sus discípulos futuros sean benditos gracias a ti.”

Hijos mío, actualmente sois como bebés; jugáis y reís con Amma disfrutando de su compañía. Pero no comprendéis lo que hace Amma, ni quién es realmente. Vosotros no veis más que a la Madre exterior; y casi nadie se interesa por la Conciencia Suprema, por la Madre interior. No anheláis conocer al Ser que habita dentro de vosotros, no deseáis realmente a la verdadera Madre.

Cuando un bebé llora, su madre le pone un chupete en la boca y el bebé se entretiene con él. Pero en realidad, un bebé hambriento lo que necesita es leche. Algunos bebés se entretienen con un chupete que no da leche. El mundo exterior es como un chupete. Vosotros, hijos, os contentáis con reír y jugar. Os divertís con los objetos sensoriales. Amma va allí donde estáis jugando y os pone la comida en la boca. Pero estáis tan absortos en vuestro juego, que no apreciáis el valor del alimento que Amma os da. No progresaréis si os contentáis con visitar los templos y lugares santos.

Hijos mío, cultivad la inocencia. La inocencia y la pureza de vuestro corazón os salvarán. Todo es posible con la fe y la confianza de un niño.

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