Dios es como luz infinita. Pero no podemos encender el fuego doméstico con esto. La compañía del Maestro es la cerilla que necesitamos para encender este fuego en el discípulo. La presencia del Maestro es lo que nos permite crecer de manera sensata.
De ordinario estamos encadenados por nuestros gustos o aversiones. No sirve decir ya lo superaré más tarde. Incluso si intentamos soltar la maleta para no ahogarnos, no podremos si nuestros dedos están congelados. Sucede lo mismo con nuestros gustos y aversiones. Todos tenemos divinidad en nuestro interior. Lo que el Maestro elimina son nuestros aspectos no deseados. Y son estos aspectos no deseados a los que nos estamos abrazando firmemente. Y así es difícil hacer brotar la hermosa escultura que se esconde en nuestro interior.
La palabra en sánscrito para “discípulo” es sishya que significa “aquel que está preparado para recibir enseñanzas y para ser aplicado”. Un sishya es aquel que se convierte en ofrenda. El discípulo debe tener la conciencia completa de que cuanto hace el Maestro es por su bien y su progreso. Algunos pueden dudar de si la obediencia ciega al Maestro sea un modo de esclavitud. La verdad es que el discípulo ya es esclavo de sus propias tendencias y de su ego. Lo que hace el Maestro es rescatarle de esas esclavitud y servidumbre.
El Maestro es como un cohete propulsor. Atrapados en muchos apegos somos como satélites de su órbita, pillados en el espacio de gravitación de la Tierra. El cohete propulsor que es el Maestro es el que nos libera de esas ataduras.
Esa mañana más temprano cuando Amma vino al estrado, Bhakti, la perra del ashram ya la estaba esperando. Al ver a Amma se puso a arrastrarse y a mover el rabo. Se realizó la padapuja y ella dio su mensaje de Guru Purnima. También dirigió a todos en el canto del bhajan Bhajo re Bhajo y pidió a todos que bailaran con su melodía. Más tarde Amma empezó a dar darshan a los devotos. Muchos obtuvieron mantras de Amma en este día. El darshan duró hasta las 5 de la tarde.