No sucumbamos a la desesperación, iluminemos nuestros corazones con la lámpara de la esperanza. El Año Nuevo es un recordatorio del paso del tiempo. Como una sombra, la muerte acecha detrás de cada uno de nosotros. En cualquier momento podemos tener que dejar la casa alquilada de nuestro cuerpo. Antes de que finalmente la muerte nos reclame tenemos que completar muchos deberes. Esta noche, mirando hacia nuestro pasado, podemos repasar nuestras acciones. Y con un ojo puesto en el futuro podemos comprometernos en acciones positivas. Este es el tiempo de hacer tales resoluciones con determinación.
Durante el nacimiento del nuevo año, nos deseamos unos a otros, ¡Feliz Año Nuevo! La verdad es que la felicidad no llega por un simple cambio de fechas en el calendario. Solo cuando el cambio positivo sea parte de nuestra perspectiva y nuestras acciones experimentaremos la felicidad.
En este Nuevo Año debemos hacernos algunas preguntas importantes:
Primero, preguntarnos, ¿estoy logrando un progreso estable en el camino espiritual? ¿Estoy siendo constante en mi disciplina y práctica espiritual? O ¿he perdido mi camino?
Segundo, ¿estoy viviendo solo para mí mismo? O, cada día, ¿estoy haciendo algo, cualquier cosa, altruistamente por los demás?
Tercero, ¿soy capaz de mantener auto control y madurez en todo momento? O ¿me vence la ira, los celos, o cualquier otra baja emoción y sigo haciendo daño a otros?
Y finalmente, ¿soy capaz de contribuir en lo que me toca a la protección ambiental?
Según las respuestas que demos a estas preguntas, deberíamos poder corregirnos y actuar en consecuencia. Este es el momento de hacer resoluciones firmes y empezar a poner en práctica un esfuerzo incansable. Normalmente hacemos muchas resoluciones de Año Nuevo que se disuelven en pocos días. Siempre encontramos una justificación para nuestra falta de persistencia.
Debemos realizar todas nuestras acciones con la actitud que sólo tenemos este momento. El momento siguiente ya no está en nuestras manos. Cada acción debe llevarse a cabo con discernimiento, alerta, entusiasmo y una sonrisa. El objetivo de la vida humana es la realización en Dios, la comprensión de que no estamos separados de Dios. Una gota de este conocimiento ya está presente en nosotros. Lo que tenemos que hacer es expandir este conocimiento y fortalecerlo. No perdamos este objetivo de nuestro conocimiento. Debemos dirigir nuestra vida humana y este cuerpo hacia este fin.
El amor es lo que renueva todo y lo que le da frescura y novedad. Sólo podremos tener tanta experiencia de novedad y frescura en nuestra vida como amor tengamos dentro de nosotros. Si la luz del amor no está presente en nosotros, incluso en las cosas nuevas sólo tendremos oscuridad. Debemos continuar encendiendo la lámpara de la fe en esta vela que es el cuerpo.
Puedes preguntarte cómo trascender esta inmensa oscuridad, sólo con la luz de una simple vela. Recuerda que a cada paso que demos la luz avanzará junto a nosotros. En esa luz, también otras personas pueden seguir el paso en su camino. Pongamos el esfuerzo correcto con auto confianza. Cuando caminemos de este modo alcanzaremos finalmente nuestro verdadero ser. Si nuestra mente está llena de la luz del amor de Dios, todas las experiencias, buenas y malas, nos traerán felicidad. Podremos celebrar no sólo nuestros éxitos sino también nuestros fracasos.
Hay dos formas diferentes de celebración. Podemos hacer lo que la mayoría de la gente, celebrar las fiestas que marca el calendario, con fuegos de artificio, bailando, cantando y cumpliendo ciertos deseos. O podemos celebrar reconociendo la grandeza y belleza de Dios en cada momento de nuestra vida. La primera manera es puramente externa, es como un pequeño intervalo de alegría rodeado de penas y tristeza. Como un rayo en el cielo oscuro, estos destellos de felicidad son efímeros y tras alumbrar brevemente desaparecen de nuestra vida. Del segundo modo, la celebración es un estado continuo de la mente. La verdadera celebración no es algo que podamos lograr realizando un deseo trivial. Es el estadio final de una preparación continuada. Cuando vemos una flor abierta mecerse en el viento, desplegando fragancia, no reconocemos que representa el último estadio de la transición del capullo de la flor de la oscuridad a la luz. Dentro del capullo había oscuridad. Y desde esa oscuridad floreció lentamente hasta la luz. Y así es nuestro viaje de florecimiento desde la oscuridad de las bajas emociones hasta la luz del amor puro. Solo entonces, cuando alcancemos ese destino final, experimentaremos la auténtica celebración y gozo.
Hijos míos, no permitáis que la tristeza y dificultades de 2018 os perturben. No permitáis que sean obstáculos que sigan fluyendo en vuestras vidas. Ved las dificultades de 2018 como el capítulo anterior del libro de la vida. Ojalá mis hijos sean capaces de pasar esas páginas y comenzar 2019 como un nuevo capítulo. Ojalá mis hijos puedan asimilar las enseñanzas de 2018 con el discernimiento correcto, corregir sus errores y avanzar para hacer un 2019 más bello y lleno de amor. Que mis hijos lleven el mensaje de amor y paz al mundo. Que el Paramatma bendiga a mis hijos y llene sus vidas de paz, buena salud física, fuerza mental y alegría.