Satsang de la semana

Satsang de la semana

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Domingo, 19 Mayo 2019 06:58

RESPONDER EN LUGAR DE REACCIONAR

SINTESIS SATSANG 18.05.2019
(¡Despertad, hijos! Vol. V)

Responder en lugar de reaccionar

La semana pasada Amma comparaba los bienes espirituales con diamantes, con tesoros que Ella quisiera compartir con todos nosotros. En otras ocasiones Amma nos habla de las metas espirituales como si fuesen frutos, frutos que alcanzaremos plantando el árbol de la correcta actitud y regando con el agua de nuestro esfuerzo personal. En este Sat-sang el fruto espiritual que Amma nos propone practicar es la “Respuesta” en oposición a la “Reacción”, explicándonos la diferencia entre ambas. Así comienza el sat-sang:

Durante el curso del Darshan un hombre se acercó a Amma y se quejó de que desde hacía dos años venía padeciendo un terrible dolor de nuca. Explicó que este terrible dolor le martirizaba día y noche, y añadió que nunca podía dormir profundamente debido a que el dolor aumentaba terriblemente cuando anochecía. Incluso mientras hablaba con la Madre, parecía que el joven padecía de fuertes dolores.

               Amma le escuchaba con una traviesa sonrisa en el rostro. Esto era algo poco usual ya que, normalmente, cuando alguien se acerca a Ella con un problema parecido, Amma se identifica claramente con la persona y su dolor; se solidariza con él, le consuela y cariñosamente le da masajes en la zona afectada. Así, Amma comparte el dolor de todas las formas posibles. Sin embargo, Amma no demostró amor ni compasión por ese joven; continuó sonriendo y mirándole a la cara durante unos momentos. Lentamente la sonrisa desapareció y su rostro se tornó muy serio. Amma le miró directo a los ojos. Su mirada era tan penetrante que el joven no podía mirarla y bajó la cabeza. Pasaron unos momentos sin que el joven se atreviera a levantar la cabeza.

               La mirada de Amma se tornó incluso más seria. Entonces le dijo: “Mira aquí, ¿es acaso este el lugar donde quieres representar tu comedia?”. La voz sonaba profunda y terrible.

               El joven levantó la cabeza. Estaba muerto de miedo y empezó a temblar. Finalmente, emitió un sonoro sollozo y rompió a llorar. Entre lágrimas suplicaba: “¡Perdóname!, ¡Perdóname!, ¡No me maldigas!, ¡No me castigues! Tengo mucho miedo. Quería hacer ver que sufría un gran dolor en el cuello. Por favor, perdóname… Por favor, perdóname… por favor, perdóname…” El joven repetía estas palabras una y otra vez.

               Viendo su indefensa condición, Amma permitió que se desbordase su maternal compasión. “Hijo, hijo”, dijo, “No hay problema. No hay problema, no te preocupes. ¿Cómo puede Amma maldecirte o castigarte? No puede hacer nada de eso. ¿Cómo va una madre siquiera soñar con hacer eso? No llores, tranquilízate, consuélate, no tengas miedo. Ya estabas perdonado cuando cometiste tu error. No llores”. Amma abrazó al joven, secó sus lágrimas y lo situó en su regazo, mientras le pasaba la mano por la espalda, de manera compasiva y amorosa […]

               El joven era un escéptico y un ateo que no tenía ninguna fe en Amma. Creía que se trataba de una aldeana a la que la gente atribuía divinidad. Armado con su historia inventada se acercó a Ella para exponérsela en privado. Su plan era hacer que Amma creyese que él sufría un gran dolor en el cuello; esperaba que Ella lo consolaría y lo calmaría y sólo después de ello él revelaría secretamente la verdad a Amma. En su sueño de honor y éxito, pensaba que iba a salir caminando orgullosamente una vez cumplido su objetivo, pero sus planes se hicieron pedazos. Había intentado humillar a Amma y en lugar de ello, había sido él humillado.

               El joven lloraba y suplicaba a Amma su perdón. Más tarde, ya algo consolado, levantó la cabeza del hombro de Amma y se sentó cerca de la Madre cabizbajo todavía […]

               Algunos devotos que estaban cercados allí cerca expresaron su enfado con el hombre haciendo comentarios hirientes en voz alta. Amma les detuvo diciendo: “No debéis hacer esto, no hiráis sus sentimientos; al hacer estos ásperos comentarios estáis dando mal ejemplo. Amma no quiere criticar ni insultar a este hombre. Amma le ha dicho estas cosas por su bien y él es libre de aceptarlas o rechazarlas. Además, si expresáis así vuestro enfado, no hacéis más que descargar vasanas negativos en vuestro interior. Haced uso de vuestra discriminación. Debéis aprender a escuchar y responder sin reaccionar. Por eso, hijos, Amma no os permite ser mezquinos con él, no quiere que le condenéis. ¿Por qué vais a hacerlo? ¿Qué le aporta ello de positivo a él o a vosotros? El condenarlo no hará sino perturbar vuestras mentes y la suya; no es esta la actitud correcta. Reaccionar así no beneficiará ni a vuestra víctima ni a vosotros. Por eso, no reaccionéis, aprended a responder”.

Uno de los devotos que había demostrado gran enfado hacia el joven preguntó a Amma: “Amma, ¿a qué te refieres con la palabra “respuesta”? Desde luego, siempre tenemos una reacción. ¿Cómo debemos responder?”

               Amma explicó la diferencia: “El término respuesta puede ser explicado de muchas formas distintas. Respuesta es total aceptación. También es no-aceptación con una actitud positiva. También puede ser falta de aceptación o rechazo; te quedas observando, simplemente, la reacción que aparece en ti, pero te mantienes al margen de ella, no te involucras en ella en absoluto. Recuerda, tú la ves, y cuando la ves, no estás en ella. Tú eres el que la observa, no estás en la escena. Para responder uno debe ser como un espejo, debe convertirse en un buen reflector de los sentimientos de los demás. Un espejo sólo refleja, nunca se ve afectado ni se estropea a causa de las imágenes que refleja.

               Es como ver una película, uno está fuera de ella, simplemente mira y observa, disfruta de la acción. Disfrutas de la experiencia de observar la acción, no te ves involucrado en ella. Es hermoso si puedes hacerlo así: te mantienes al margen y simplemente te ríes con ella. Sólo una persona compasiva puede responder.

“Hijos”, continúa Amma, “todos los grandes maestros del mundo, tanto de Oriente como de Occidente, nos enseñan cómo responder. Ellos nunca “reaccionan”; su vida entera es un vivo testimonio del gran principio de vida que es el responder. Jesucristo dio un ejemplo inolvidable de cómo responder. Él dejó que torturasen y crucificasen su cuerpo e, incluso cuando estaba muriendo en la Cruz, Cristo rogó por aquello que actuaban contra Él; rogó por su bien para que fuesen perdonados.

               Cuando Kaikeyi, la madrastra de Sri Rama, solicitó la gracia de que Rama fuese exiliado a vivir en la selva durante 14 años, el Señor aceptó el exilio con una sonrisa en los labios. No fue en absoluto hostil a Kaikeyi. Pudo tocar sus pies, con un corazón desbordante de reverencia y de amor. Él simplemente aceptó el exilio como un hecho, sin que hubiera en él el más mínimo asomo de odio o de ira. Lakshmana, por otro lado, quería matar a Kaikeyi por lo cruel de su acción. Cuando supo de la desgracia de su hermano mayor, Lakshmana fue invadida por la rabia y decidió tomar venganza. Pidió permiso a Rama para encarcelar a su propio padre al que llamaba el “rey injusto y calzonazos”. La reacción de Lashmana fue terrible, mientras que la respuesta de Rama fue maravillosa. De hecho, la respuesta de Rama ayudó a que Lakshmana se calmase.

               Aun cuando se está envuelto en un conflicto activo, se puede responder. En la batalla entre Ravana y Rama, el Señor mató al conductor del carro de Ravana y a sus caballos, destruyó el carruaje y entonces desarmó a Ravana completamente. Perdida toda esperanza de vida, Ravana ya sólo esperaba que las agudas flechas de Rama le atravesasen el pecho, pero en lugar del silbido de las flechas lo que oyó fue la voz de Rama diciendo: “Ravana, veo que estás completamente desarmado”. La voz de Rama era tranquila. “Podría acabar contigo ahora mismo si quisiese, pero no quiero hacerlo. Matar a alguien que está completamente desarmado e indefenso va contra el Dharma. Por tanto, ve, regresa a tu palacio, descansa, cura tus heridas y regresa mañana, fresco y bien armado.” ¡Qué gran enemigo era Rama! Aun en el campo de batalla, y a pesar de que Ravana había cometido el terrible crimen de raptar a su divina consorte y se hallaba ante Él, desarmado e indefenso, Rama no albergaba malicia y pudo hablar de forma tan amable y prudente. Esto es responder.

Amma parece que es una fuente inagotable de historias, cuentos y anécdotas con las que ilustra aquellas enseñanzas que nos quiere transmitir. La historia de Jesús y Rama pueden tomarse de forma literal o figurada. Evidentemente, es poco probable que nos torturen como a Jesús o que luchemos contra un demonio como Ravana, pero las palabras de un mahatma nunca son al azar. Seguramente no tendremos que esforzarnos mucho para encontrar en nuestra vida momentos en los que nos hemos sentido torturados o crucificados por los demás o por las circunstancias, momentos en los que hemos tenido que luchar contra nuestros demonios interiores en forma de ira hacia los otros o a nosotros mismos, por ejemplo. Son estos momentos en que tenemos la oportunidad de imitar a estos grandes Maestros de la Humanidad respondiendo con compasión y consciencia.

               He aquí otro ejemplo. Cuando el cazador disparó la afilada y mortal flecha que puso fin al cuerpo de Krishna, el Señor no reaccionó. No intentó castigar al cazador; por el contrario, Sri Krishna bendijo al cazador con la inmortalidad. Le concedió el más alto objetivo de la vida: mukti. Esto es respuesta.”

               Parece como si “respuesta” fuese “perdón”, apuntó el que había hecho la pregunta.

“Perdonar sin albergar ningún sentimiento de odio o venganza es responder”, dijo Amma. “Hay gente que puede perdonar pero continúa manteniendo un gran sentimiento de odio; perdonan, pero con deseos de venganza. Esto no es perdonar.

               Había un mahatma que era un monje errante. Un día estaba sentado bajo un árbol cuando pasó un gamberro y golpeó al monje con una caña. Tan fuerte fue el golpe en la espalda del monje que al gamberro se le escapó la caña de la mano y se le cayó al suelo. El mahatma se puso en pie y recogió la caña. Creyendo el bribón que el monje iba a golpearle con ella, salió corriendo y el mahatma corrió tras él. Unas personas que había visto desde lejos lo sucedido, se acercaron corriendo y detuvieron y agarraron al gamberro. Cuando el mahatma llegó con la caña en sus manos, la alargó hacia el bribón y le dijo con voz tranquila: “Quería devolverte esta caña, sólo eso”. Dio media vuelta para marcharse, pero la gente que había detenido al tunante dijo: “¿Qué? ¿Qué está pasando?, este canalla acaba de darte un buen golpe en la espalda, nosotros lo hemos visto. Se merece un castigo. Deberías pegarle tú, no una sino varias veces”. El mahatma sonrió y dijo: “No, no puedo. ¿Por qué iba a hacerlo? Él me pegó y eso es todo. Yo lo tomo como un hecho. Pero no entiendo por qué tengo que devolverle el golpe. ¿Qué pasaría si una de esas ramas de aquel árbol bajo el que yo estaba sentado se rompiese y cayese sobre mí? Yo no cogería la rama caída y me pondría a pegar al árbol. Igualmente, él me golpeó y yo lo acepto. Lo hizo por ignorancia. Yo debo sentir compasión por su ignorancia, no ira. Yo debo de haberle pegado a él en una vida anterior y ahora experimento el fruto de mi acción. En este sentido no es él quien me golpea sino que es mi pasado lo que le empuja a hacerlo. Así pues, si yo ahora le pego estaré creando más karma para mí, estaría añadiendo algo más a la cuenta que he venido a saldar”. Dicho esto, el mahatma se alejó sin decir ni una palabra más.”

               La respuesta de Amma a ese joven, su expresión de amor y compasión hacia él en lugar de condenarle por su engaño, es claramente un ejemplo de cómo el responder puede ser y es una buena influencia en los demás. Produce un obvio cambio positivo en su actitud, y de ello fueron testigos cuantos estaban allí presentes.

               La propia vida de Amma es un testimonio vivo del responder. Su infancia y primera juventud estuvieron plagados de pruebas y tribulaciones; excepto un pequeño número de personas, todos, incluida su familia, se volvieron contra Ella. Un centenar de jóvenes se unieron y formaron una organización llamada “Comité contra las creencias ciegas”. Con el soporte de algunos de los aldeanos y políticos, intentaron desacreditar a Amma; intentaron encarcelarla acusándola de crímenes que no había cometido y utilizaron todo tipo de tretas y sucios manejos para presentarla como un fraude. Sim embargo Amma permaneció imperturbable; no reaccionó nunca contra sus tormentos y amenazas. Sólo rogaba y lloraba a Dios, a su querido Krishna, a la Madre Divina, suplicando perdón para sus opresores.

               Incluso cuando tuvo que cargar con todas las tareas de la casa y hacer todo el trabajo de los demás, Amma no murmuró ni protestó. Ella rogaba siempre: “¡Oh, Señor, dame trabajo, dame tu trabajo!”. Amma trabajó sin cesar. Incluso cuando tenía tanto que hacer, Amma seguía pidiendo más a Dios, para así poder dedicarle, constantemente, cada una de sus acciones. A causa del peso y del calor de tantos cántaros de agua y de cazuelas calientes de arroz que tuvo que transportar sobre su cabeza, se le cayó el pelo, pero aun así no protestó, ni dejó de trabajar.

               Los propios padres de Amma y su hermano mayor estaban completamente en contra de Ella. Su hermano mayor solía pegarla habitualmente sin razón alguna. Damayanti Amma, la propia madre de Amma, impartía una disciplina muy estricta y no era nunca indulgente con Ella. En medio de las adversas circunstancias en las que vivía, Amma respondía maravillosamente a todas, siempre con su mente fija en el Ser Divino.

La vida de Amma es tan inspiradora como la vida de cualquier Maestro o Encarnación Divina que podamos leer en las Escrituras Sagradas.

En el último Matruvani, un brahmachari que está sentado cerca de Amma estaba sufriendo porque no estaba acostumbrado a ayunar y tenía mucha hambre y tenía que esperar, hasta el punto de enfadarse porque Amma le da de comer a unos niños huérfanos de su propia comida. Entonces Amma, adivinando sus pensamientos, lo mira con severidad y le espeta: “No pienses que por estar sentado a mi lado estás cerca de mí”. ¿Qué quiere decir Amma con esto? Está cerca de la madre quien sigue sus enseñanzas. Hablar del perdón, de no reaccionar, de la paciencia, escuchar sat-sang, etc. es una cosa. Practicarlas es otra. Es quien practica, quien trata de llevar a su vida Su mensaje, quien está cerca de Amma. Pero aun así uno puede dudar de si podremos en esta vida alcanzar un estado en el que no reaccionemos ante los agravios de los demás, un estado en el que no sintamos ira sino compasión hacia nuestros deudores, un estado en el que el perdón sea la respuesta a las faltas que los demás cometen con nosotros. Amma, en este mismo Satsang, nos responde a estas dudas.

A propósito de la explicación que Amma dio al devoto sobre la diferencia entre “reaccionar” y “responder” surgió otra pregunta:

“¿Una persona normal puede hacer eso?” “Este tipo de duda no lo hace posible, ciertamente”, fue la respuesta de Amma. “Hijos, si queréis conseguir un objetivo mundano, ganar un millón de dólares, por ejemplo, os ponéis manos a la obra inmediatamente, no perdéis el tiempo, no podéis esperar. Os esforzáis duramente. Trabajáis diligentemente en aras de alcanzar vuestro objetivo. Cuando quieres convertirte en médico o ingeniero estudias mucho para lograrlo, pero cuando tu objetivo es de tipo espiritual, algo que realmente te va a ayudar a llevar una vida en paz, entonces tienes un centenar de dudas sobre ello, un centenar de preguntas sobre si es posible o no. ¡Qué lástima! Al no intentarlo tan siquiera, estás derrotado antes de comenzar.

               Hay muchos Maestros en este mundo que han alcanzado el estado último. Si ellos pudieron hacerlo, también vosotros podéis. ¿Por qué dudáis? Intentadlo. El dudar es algo aprendido, aprendisteis a dudar; nunca aprendisteis a creer, a tener fe. La duda es vuestro enemigo número uno; la fe es vuestra mejor amigo. Tened fe y esforzaos, veréis lo que ocurre”.

               Practicar con fe es estar cerca de Amma. Si decimos, “ya para otra vida”, o “para qué tanto esfuerzo, hay muchas vidas por delante”, etc. no sólo no seguimos a quien llamamos nuestra Maestra, sino que nos alejamos de Ella. En verdad, Amma está más cerca de nosotros que nuestra respiración, pero de nosotros depende que tomemos consciencia de este hecho. Y tomar consciencia de este hecho es sinónimo de paz, de dicho, de gozo. Además, ¿quién nos asegura que en próximas vidas tendremos más disposición a practicar la virtud que ahora mismo? ¿Quién nos asegura que en las próximas vidas tendremos el ejemplo vivo de un Mahatma de la magnitud de Amma para llenarnos de entusiasmo por practicar las enseñanzas espirituales? En realidad, ¿quién nos asegura que mañana mismamente tendremos la salud necesaria para esforzarnos por esto? En verdad, nadie nos asegura qué pasará mañana y mucho menos las próximas vidas.

Pero por fortuna, Amma no nos pide que ganemos esta batalla o la otra. Nos pide que luchemos. Ganarla o perderla es cosa de Ella.

Amma no nos pide que desarrollemos perfectamente tal o cual virtud. Nos pide que nos esforcemos por alcanzarla. Alcanzarla o no es cosa de Ella.

Amma no nos pide que no cometamos errores y no demos traspiés. Nos pide que nos volvamos a levantar una y otra vez. No volver a caer sólo será conseguido por su Gracia.

Ella conoce nuestras debilidades mejor que nosotros mismos ¿Cómo nos va a pedir algo que no podamos alcanzar, la Madre de la Compasión? Ella dice, “esforzaos y veréis lo que ocurre”. “Veréis lo que ocurre”, que frase tan bella esta, donde Amma nos adelanta los tesoros de paz y amor que quiere hacer crecer dentro de nosotros. Casi parece que nos quiera retar cariñosamente a practicar sus enseñanzas, para que veamos qué ocurre cuando así lo hacemos. Ciertamente, nada malo

Ante la atenta mirada de su madre, una niña muy pequeña quiere alcanzar un poco de fruta dulce de encima de la mesa, pues tiene mucha hambre. Desde donde está sólo alcanza a ver una o dos manzanas. Aunque sus brazos son muy cortos y su estatura no alcanza, intenta levantar sus brazos para intentar llegar a su tesoro. Como no puede, empieza a dar saltitos y como así tampoco puede, empieza a sollozar. No sabe que la madre, detrás de ella e invisible todavía, observa la escena con mirada tierna. Deja que la niña se esfuerce un poco más, pues así se fortalece, pero la madre ya arde en deseos de prestarle ayuda. Pasado un rato, demasiado tiempo sin duda para una niña pequeña, ésta ya empieza a pensar que no podrá alcanzar la fruta y que se quedará con hambre toda la tarde. ¡Qué angustia! ¡Una tarde para una niña tan pequeña es una eternidad!

               Y es en ese preciso momento, cuando la esperanza empieza a flaquear, ¡la niña siente que alguien la coge de la cintura y la eleva hasta por encima de la mesa! Cuando gira su cabecita para ver quién la está sosteniendo puede ver la cara de la madre, con una sonrisa tan amorosa que hace que la niña se olvide por un momento de su hambre y ambas se entregan en profundo un abrazo. Un minuto después, la madre señala la manzana y ve encima de la mesa no sólo manzanas, sino todo un frutero lleno de cerezas, naranjas y otras frutas deliciosas que ahora sí puede alcanzar sin dificultad.

               Si una madre humana actúa así, que no hará la Madre de la Compasión cuando pedimos aquello que Ella misma quiere que pidamos. Ella está deseando darnos la manzana de la paz mental, las cerezas de la compasión, los mangos de la devoción. Ojalá que Su atenta mirada nos “pille” intentando alcanzar la fruta que ella ha puesto encima de la mesa, para poder darle la oportunidad de alzarnos por encima de nosotros mismos y recoger esos tesoros que nos tiene preparados.

Om Namah Shivaya.

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