De pronto, oyeron hablar a la boñiga: “¡Eh, vosotros, venid aquí!”
Los tipos no daban crédito a que la boñiga estuviera hablando con ellos.
Pero el pensamiento de escuchar lo que la boñiga tenía que decir, los acercó a ella.
Y dijo: “¿Porqué me menospreciáis así? ¿Sabéis lo que yo era? Antes fui melaza, una hermosa fruta y porción de tarta. Pero un día, entré en el cuerpo de una persona como vosotros y por eso he terminado como me veis. Vosotros me hicisteis lo que soy. Vosotros sois los que necesitáis purificar lo que tenéis dentro de vosotros!”
Para embellecernos, utilizamos toda una serie de cosméticos. Para emitir fragancia corporal necesitamos perfumes y desodorantes. Si no, olemos mal.
Tenemos mucho más que aprender de los que nos rodean que de los libros. Las Escrituras enseñadas en los ashrams están para que todos las aprendan. Pero la esencia de las escrituras está en su aspecto práctico. Aprendemos el aspecto práctico de las escrituras cuando nos relacionamos con otras personas.
Necesitamos desarrollar el conocimiento de que cada situación a que nos enfrentamos en la vida es una prueba dada por nuestro maestro. Estamos muy ansiosos de recordar lo que hemos aprendido para aplicarlo a nuestro análisis. En nuestro trato con otros, ¿hemos podido mantener nuestra compostura? De otra manera, ¿cuál es la diferencia entre nosotros y un tocadiscos o un libro? Leemos un libro y repetimos lo que hemos leído. Escuchamos una grabación y repetimos lo que hemos escuchado. Si escribimos la palabra miel sobre un papel y lo chupamos veremos que no tiene la dulzura de la miel. Podemos decir a todos que somos miel, pero no podemos demostrar ninguna cualidad de la miel.