Swami Sivananda se reunió en privado con Amma y le rindió tributo.
Él dijo: “Veo a mi guru en Ti. Amma es la diosa viviente. Amritapuri es el cielo en la tierra. He deseado conocerte desde hace mucho tiempo, Amma. Tengo un deseo. No sé cuándo volveré a verte de nuevo. Quiero hacer tu padapuja. No quiero perder esta oportunidad.”
Amma le concedió feliz, su inocente deseo.
Antes del satsang y meditación diarios, Swami Sivananda pudo hacer la padapuja. Iba vestido de blanco, pequeño de estatura, con un ‘nama’ en su frente, con un pequeño mala de tulasi rodeando su cuello y la cabeza afeitada. Amma estaba sentada frente a las escaleras del templo de Kali, bajo el claro cielo azul, y miles de personas como testigos de este hombre maravilloso haciendo la padapuja a Amma con toda su devoción y concentración. Él recitaba mantras y ofrecía flores blancas, una a una, a los pies de Amma e hizo el arati. El hombre más anciano, se volvió el más joven de los niños frente al amor de Amma.
El mundo está lleno de mucha sabiduría, pero no todos los días podemos conocer a alguien que lleva 127 años en esta tierra. La visita de Swami Sivananda a Amritapuri fue un momento de gracia y un testimonio del poder de la atención consciente, la belleza de una vida simple, la importancia de una fuerte práctica espiritual. También es un testimonio del poder del amor, de la devoción, y del vínculo irrompible entre el guru y su discípulo.