Cuando Amma iba de puerta en puerta recogiendo restos de comida de los vecinos para las vacas de su familia, comprobó la intensa pobreza y el sufrimiento que existían en su aldea, e incluso más allá.
Allí dónde Amma encontraba personas necesitadas, les traía comida y ropa de su propia casa. No se desanimó ante las regañinas y el castigo que recibía de su familia por hacerlo. También comenzó a abrazar espontáneamente a las personas para consolarlas en su dolor. Respondiendo a su afectuoso cuidado, los aldeanos comenzaron a llamarla Amma, que significa madre.
Amma se sintió profundamente afectada por el profundo sufrimiento que presenció. De hecho, fue esta experiencia la que la llevó a la convicción de que todos tenemos el deber de ayudar a aliviar el dolor de quienes realmente lo necesitan.
De acuerdo con la guía certera de su corazón, Amma más tarde explicó: “De mí fluye una corriente continua de amor hacia toda la creación. Esta es mi naturaleza innata. El deber de un médico es tratar a los pacientes. De la misma manera, mi deber es consolar a los que sufren".