Enfadarse es como emprender un mal negocio en el que terminamos perdiéndolo todo.  Realmente, deberíamos alcanzar el Ser (Âtma) en la vida, el beneficio definitivo. Cuando nos enfadamos es como si apostáramos a pérdidas en los negocios. Nuestra vida no es una burbuja, debemos recordar que somos todo el océano. Mimar la burbuja del ego nos conduce a la muerte y sin embargo solo mimamos las cosas perecederas como el cuerpo, no nos cuidamos del Âtma. Deberíamos preguntarnos, ¿quién soy yo? Y comprender que no somos la burbuja sino el vasto océano.

Podemos equiparar la ira a la pérdida, porque el enfado afecta a nuestro cuerpo, lo que a su vez se torna en trastornos como la presión sanguínea alta etc. E incluso finalmente puede acabar en un ataque cerebral. La ira puede también compararse al mosquito de la malaria que contagia la enfermedad y en consecuencia todos la padecen. Nuestros hijos, esposas o maridos  padecerán el embate de nuestra ira y si no podemos eliminarla en ellos la expandiremos a nuestro lugar de trabajo, a nuestros subordinados, que a su vez irán a sus  casas y descargarán el enfado en sus esposas, quienes a su vez la descargarán en sus hijos. Los hijos perderán su paz mental y cuando vayan a la escuela crearán problemas sin fin a los demás. Esto es como una cadena. Pero sin duda es posible superar la ira si somos inteligentes, utilizamos la discriminación y pedimos perdón.