Una vez, un ruiseñor estaba posado en un árbol y cantaba dulcemente. Un cazador atrapó al pájaro y quiso matarlo. El pájaro miró lastimosamente a los ojos del cazador y suplicó: “Por favor, no me mates. Déjame ir." La súplica desgarradora del ruiseñor conmovió al cazador. En ese momento, se dio cuenta de la marcada diferencia entre el ruiseñor, que vuela feliz y gorjea dulcemente, y su propia vida atroz y cruel. Le dijo al ruiseñor: “Te soltaré con una condición: debes contarme el secreto de tu alegría”.
El ruiseñor dijo: “Tengo miedo de ti. Primero, déjame ir, y luego te diré el secreto de mi alegría”. El cazador soltó al pájaro.
Mientras el ruiseñor se alejaba volando, dijo: “Es el mal en ti lo que te causa tanto dolor y miseria. Tu corazón está completamente oscurecido por la crueldad, mientras que nosotros nunca lastimamos a nadie. La bondad en nuestros corazones es la razón de nuestra alegría”.
Las palabras del ruiseñor abrieron los ojos del cazador. Abandonó el camino de la crueldad y se embarcó en un nuevo camino en la vida.
Nuestros corazones deberían derretirse de compasión cuando vemos el dolor y la miseria de los demás. La compasión de nuestro corazón debe reflejarse en nuestras acciones. La compasión es la respuesta en una palabra a todos los problemas del mundo. Si tuviéramos que dar una respuesta en dos palabras, serían amor y compasión. La respuesta en tres palabras sería amor, compasión y paciencia. La guerra y el conflicto terminarán solo cuando las mentes individuales se llenen de compasión.
La escritora es una líder espiritual y humanitaria de renombre mundial.