Supongamos que un hombre establece ciertas reglas en casa: Su mujer debe vivir, hablar y comportarse de cierto modo, solo porque ella es su esposa. Si él insiste en que ella siga estas reglas, ¿habrá paz en la casa? No
Supongamos que él no dice ni una palabra a su mujer e hijos cuando regresa del trabajo. Si continúa comportándose en casa como un ejecutivo, yendo a su cuarto para examinar sus papeles, ¿lo apreciarán los miembros de la familia? Si se justifica diciendo que él es así, ¿lo aceptarán? No.
Por el contrario, si habla cariñosamente a su esposa y pasa tiempo con sus hijos, todos serán felices. Habrá paz en el hogar. Cuando hablamos del corazón, esta es la actitud a la que nos referimos.
Hoy en día, nuestra característica dominante es el egoísmo, que ha desplazado al discernimiento. Esta ausencia se hace sentir en la vida. En sociedad, es difícil disfrutar de paz y progreso sin una actitud de dar y recibir.
Igual que una máquina necesita estar engrasada para evitar que se oxide, debemos ser humildes y comprometidos para facilitarnos el camino de la vida. Hay veces, en que debemos usar la inteligencia, pero con discernimiento.
Del mismo modo, debemos dar al corazón la debida importancia siempre que la situación lo justifique. Cuando damos al corazón la debida importancia, crecerá en nosotros una actitud de humildad y cooperación. Florecerán la paz y el contento. El logro de la espiritualidad pasa por una mente amplia, porque solo una mente expansiva puede ser consciente de Dios.
La espiritualidad es también una ciencia, una rama válida del conocimiento que no puede ser ignorada. La comunidad científica investiga el mundo físico en un intento de descubrir los secretos del universo. En realidad, las escrituras espirituales relatan las experiencias de aquellos que practicaron una intensa indagación interna para descubrir los mismos secretos.
Cuando intentamos visualizar la espiritualidad solo a través de las matemáticas, la física y la lógica, probablemente fallaremos en captar sus sutilezas. Tenemos que acercarnos a ella con la fe de un niño, con el asombro que brilla en la mente y ojos de un niño.
La vida es una combinación perfecta de lógica y misterio, quizá más misteriosa que lógica. En todos los caminos de la vida, cabeza y corazón deben ir unidos. Por ejemplo, si mezclamos azúcar y arena blanca, es muy difícil separarlas, incluso por el más inteligente. Pero, la más insignificante de las hormigas, que representa la humildad, comerá solo el azúcar sin mayor problema.
El Ser va más allá de la lógica y de la inteligencia, es experiencia subjetiva. Si queremos saborear la dulzura del Ser, debemos cultivar las cualidades del corazón más que aquellas de la cabeza.
La atora es una líder espiritual y humanitaria reconocida mundialmente.