Viendo esto, Sri Rama acarició amorosamente a su hermano menor. Su tacto, calmó un poco a Laksmana. Cada palabra pronunciada desde entonces por el Señor Rama y cada expresión suya fueron tan acertadas como si vinieran de un maestro de psicología.
Cada emoción produce vibraciones únicas. Las vibraciones de afecto de una madre hacia su bebé son diferentes de las que emanan de un hombre enojado o de un borracho. Las vibraciones de deseo son totalmente diferentes. Sri Rama tenía un temperamento plácido y pacífico. Por tanto, no sorprende que su presencia y tacto produjeran un cambio en la mente de Laksmana.
Inicialmente, Rama no dio consejo espiritual alguno a Laksmana. Sabía que ningún consejo puede entrar en la mente de un hombre enojado. Primero hay que calmarle. Solo una mente en calma puede escuchar y comprender. En lugar de llamar a Laksmana Dasarathatmaja, (hijo de Dasaratha) Rama se dirigió a él como Saumithra, (hijo de Sumitra).
Furioso con su padre y con Kaikeyi por la injusticia cometida con su hermano mayor, Laksmana ya había desenvainado su espada. Si Rama, hubiera pronunciado el nombre de Dasaratha como se describe, la ira de Laksmana se habría doblado. Rama sintió que con recordarle a su madre, que era depositaria de sabiduría y madurez, la furia de Laksmana se evaporaría. Por eso se dirigió a él como Saumitra.
Los Mahatmas no solo tienen soluciones temporales para los problemas. Se valen de problemas temporales como pretexto para impartir verdades eternas que puedan ayudar a resolver los mayores problemas de la vida. Rama adoptó esta estrategia en el consejo dado a Laksmana.
Esta fue la misma táctica que Sri Krishna utilizó con Arjuna, que se había petrificado ante la perspectiva de luchar en la guerra de Kuruksetra. Mediante Laksmana y Arjuna, Rama y Krishna mostraron a los humanos el verdadero camino hacia la paz y la victoria.
Cuando adharma está al máximo y dharma está desapareciendo, los avatares nacen para mantener el dharma. Los avatares enseñan a la humanidad, mediante el ejemplo de sus vidas. No obstante, tienen limitaciones; pueden tener que pasar por pruebas y obstáculos, igual que los demás.
Mediante esto, nos enseñan a no evitar los problemas, y a la vez, a salvaguardar nuestros ideales y valores cuando nos encontramos en medio de problemas. Ellos nos muestran cómo enfrentar las pruebas de la vida con ecuanimidad. Así, otros encontrarán la inspiración para seguir adelante por la senda del dharma.
La autora es una líder espiritual y humanitaria reconocidad mundialmente.