A la mañana siguiente vino un sannyasi llamado Kunju Swami a visitar a Amma. Él había nacido en Kerala y era un discípulo del famoso santo Narayana Guru que había vivido a principios de siglo. Narayana Guru le habría traido a Tiruvannamalai cuando era joven y le había encomendado a Ramana Maharshi para su formación espiritual. Ahora era octogenario, pero Amma lo trató como a un niño de cinco años y él lo disfrutó como lo haría un niño con su propia madre. Cuando él se sentó a meditar, ella puso su mano sobre su cabeza afeitada y bailó un pequeño “ditty” mientras caminaba en círculo a su alrededor. Un amigo mío de Tiruvannamalai me dijo que cuando me fui para estar con Amma al principio de 1980, Kunju Swami había dicho, “Nealu nunca habría dejado este lugar hasta su muerte si la Amma de Kerala no fuera la mismísima Parasakti.” Y se podía ver en su expresión que de hecho él consideraba a Amma como la encarnación de Devi.”
De pronto, un día, Amma salió sola de nuestra residencia. Esto era sin duda una escapada. Ella no quería que nadie la siguiera. Puesto que yo era el único que la había visto salir, viendo la falta de conciencia corporal de Amma supe que podría perderse. La seguí en la distancia mientras caminaba hacia la montaña Arunachala, evidentemente en un estado de ánimo alterado. Cuando me vieron salir corriendo de la casa los otros me siguieron de cerca. Pronto me pasaron y se unieron a Amma, que en este momento caminaba con paso rápido y gradualmente desapareció en la distancia y yo me quedé atrás. Hablando más tarde con Sreekumar (ahora Swami Purnamritananda) recibí información de lo ocurrido.
Swami Purnamritananda: Una persona vino corriendo hasta nosotros y dijo, “Amma no está. No la encontramos por ninguna parte”. Al oír esto inmediatamente alquilamos una carreta de caballos y fuimos hacia la montaña Arunachala, buscándola atentamente. El día anterior, mientras subíamos la montaña con ella, habíamos pasado por muchas cuevas a ambos lados. Amma habría ido a meditar en alguna de ellas y solo tras mucho insistir podríamos persuadirla de salir. Al descender la montaña dijo Amma, “no me siento descendiendo, si no pensando en vosotros hijos, me estoy frenando.” Así que intuimos que Amma estaba sentada en una de esas cuevas, pero ¿cómo encontrarla en las innumerables cuevas de esta gran montaña? Estábamos preocupados. La carreta de caballos finalmente llegó a la montaña. Tras viajar algunos kilómetros, de pronto entrevimos la forma de Amma caminando allá lejos por la carretera. Cuando nos acercamos a ella nos bajamos de la carreta. Ver a Amma fue una visión gloriosa. Ella se mecía de un lado a otro como si estuviera borracha. Todo su cuerpo vibraba y sus manos mostraban una mudra sagrada.
Sus ojos estaban medio cerrados y una sonrisa de éxtasis brillaba en su cara. Seguimos a Amma y dimos orden a la carrreta de que nos siguiera. Empezamos a recitar mantras védicos y a cantar bhajans en voz alta, cuyo eco resonaba en las colinas. El éxtasis de samadhi que irradiaba de Amma junto con la alegría de cantar y recitar fue una bendición para todos, con una experiencia sublime.
Después de seguir a Amma desde cierta distancia, ella se volvió y nos lanzó una mirada de amor indescriptible. Su mirada mostraba gran compasión y poder. Despacio, Amma bajó a nuestro nivel y enseguida estaba riendo y hablando afectuosamente con nosotros. Un poco cansada por el largo paseo, se sentó bajo un árbol a orilla de la carretera durante unos minutos. A pesar de nuestras sugerencias rehusó subir a la carreta, se levantó enseguida y siguió caminando. Así que todos caminamos casi trece kilómetros alrededor de la montaña.
Hacia el final de la circunvalación, vimos a un encantador de serpientes tocando su flauta al lado de la carretera. Amma se sentó ante él, mirando muy interesada a la serpiente que danzaba con la música de la flauta. Como una niña, preguntó Amma, “hijos, ¿porqué las serpientes no tienen manos ni pies?” Su pregunta inocente nos hizo reír. Entonces ella dio la respuesta: “En sus nacimientos anteriores probablemente no usaron sus manos y pies correctamente. Hijos, pensad que tal nacimiento le puede ocurrir a cualquiera que haga mal uso de lo que Dios le ha dado.”
Swami Paramatmananda: Nuestra visita coincidió con la fiesta de Deepam, una celebración anual a la que asisten cientos de miles de personas del sur de India. Se enciende un fuego sagrado en la cumbre de la montaña Arunachala que representa la luz de la iluminación espiritual ardiendo en la oscuridad de un ignorancia sin edad.
Una mañana todos fuimos a la ciudad a ver la fiesta de carros. Había colocadas imágenes de las deidades locales en un enorme carro de madera tallada, de más de treinta metros de alto, procesionando por las calles tirado por cuerdas por la gente. Era una ocasión festiva y una vista para contemplar. Mientras Amma estaba de pie en un balcón de uno de los edificios para ver bien el carro, un avadhuta llamado Ramsuratkumar vino a verla. Había sido discípulo del muy conocido Swami Ramdas de Kanhangad del norte de Kerala. Era muy venerado en Tiruvannamalai por su santidad. Vestido de harapos, llevaba un larga y fluida barba y en su mano llevaba un abanico. En presencia de Amma se volvió como un niño pequeño y la contempló como a su madre espiritual. Esto abrió los ojos de los devotos locales en cuanto a quién era Amma. Después de diez días felices en Tiruvannamalai todos regresamos al ashram.