Un corazón infantil no significa la inmadurez de un comportamiento indiscriminado e inmaduro. Un corazón infantil es como la actitud de un principiante, la curiosidad y el entusiasmo por aprenderlo todo sin aburrirse. Hay sabiduría en ello. Alguien puede decir que no hay discernimiento en un niño. Pero sí tiene la suficiente sabiduría para discernir que solo puede depender de su madre.
Un niño juega con abandono, gozando y olvidándose del mundo que le rodea. Incluso si se enfada o se pone triste lo olvida instantáneamente. Su corazón es libre y ligero. Encuentra gozo en las pequeñas cosas y por eso su entusiasmo es inextinguible. Tiene una curiosidad insaciable por todo. Este es el sello distintivo de un corazón infantil.
Algunos niños dicen a Amma: “La madre de mi amigo tiene cáncer. Su padre no tiene trabajo y no tienen para comer. Oh, Amma, por favor, ayuda a este padre a encontrar trabajo”.
Todos tenemos dentro un corazón así, que ansía compartir las tristezas ajenas y consolarlas. Esto es un hecho en la infancia.
La amiga de una niña murió. Ella fue a la casa de la amiga. Cuando volvió, su padre le preguntó: ”¿Qué hiciste allí?”
Ella dijo: “Consolé a su madre”.
·¿Cómo lo hiciste”? preguntó su padre.
“Me senté en su regazo y lloré con ella”.
Los corazones de los niños se apegan emocionalmente a los de otras personas y seres. Se entristecen cuando ven el dolor, incluso de un pequeño insecto. Nosotros también, tuvimos esta cualidad de pequeños, pero la perdimos al hacernos adultos. Desde entonces somos encarnaciones del egoísmo.
Hay aún, sin embargo, un corazón infantil dentro de todos nosotros. Si podemos despertarlo, podremos progresar hacia un futuro alegre y exitoso. La inocencia está en tu interior, solo tienes que redescubrirla. Para que esto suceda tienes que profundizar en tus prácticas espirituales.
Cuando penetras profundamente en tu propia conciencia, te haces consciente de esta inocencia. En ese momento descubrirás al niño que hay en tu interior. Y vivirás la experiencia de la alegría y te sorprenderás de lo escondido dentro de ti y te darás cuenta de que siempre estuvo ahí. De que la inocencia infantil profunda en ti, es Dios.
Cuando tu corazón rebosa de amor inocente, el ego está ausente. En ese estado, solo está presente el amor. En ese estado, la individualidad desaparece y tú eres uno con el Señor. Te tornas tan inocente como un niño. Cuando un niño ofrece algo, no puede ser rechazado porque el amor de un niño es inmaculado y puro. Cuando habitas en el amor inocente puro, no hay sentimientos duales como puro o impuro, bueno o malo, y así sucesivamente. Solo hay amor puro. El amor puro no puede ser rechazado.
La autora es una líder espiritual y humanitaria reconocida mundialmente.