Enseñanzas de Amma, compartidas por Luis
Relaciones con los demás
Me gustaría compartir con vosotros, esta tarde, un satsang que Amma da a un grupo de devotos como respuesta a las quejas de una mujer sobre su marido. En esta respuesta, Amma habla no sólo a la mujer sobre cómo mejorar su vida matrimonial, sino que nos da las pautas a todos nosotros sobre cómo mejorar nuestra vida y acercarnos a Dios, a través de las relaciones que establecemos en el día a día.
Durante el Darshan de esta mañana una devota se ha quejado ante Amma de su marido. Ha descrito con todo detalle lo poco que coopera y su falta de cariño. Ha dicho que quería dejarle porque la situación se le hacía insoportable.
Enjugándole las lágrimas, Amma le ha dicho: “Hija, es difícil evitar las situaciones problemáticas. No eres la única que tiene estos problemas. En todas partes del mundo, la gente sufre tu misma situación. Si intentas huir de ella, otra situación difícil te estará aguardando; no importa dónde vayas o qué elijas hacer con tu vida, los problemas surgirán. Podría ser peor, lo sabes. Nunca estarás en paz ni serás feliz si no tienes paciencia y humildad. La vida en familia se hará insoportable mientras sus miembros carezcan de estas virtudes. Hoy en día es muy difícil encontrar una familia en la que tanto el esposo como la esposa sean pacientes; pero uno de ellos, o él o ella, deberían ejercer la paciencia. En la mayoría de los casos, ambos son “pacientes sin paciencia”, pero a menos que haya un equilibrio, a menos que haya un poco de paciencia por ambos lados, será imposible alcanzar una vida familiar armoniosa.
Los seres humanos tienden a huir de las situaciones difíciles. Creéis que ello os salvará o que os ayudará a deshaceros de vuestro dolor. Es posible que paséis a otra situación que esperáis sea más cómoda. Al principio, puede que os sintáis de maravilla y en paz, después de haber hecho el cambio. No os dais cuenta de que, simplemente, estáis corriendo hacia otro problema. Si vais a vivir con vuestros padres, parientes o amigos, nada más llegar se os recibirá con cariño. Ellos mostrarán simpatía y amor por vosotros en todo lo que digan y hagan. Os abrazarán y llorarán; intercambiaréis promesas y os humedeceréis los hombros de lágrimas. Pero después de unos días, o en una semana, dos como mucho, la situación cambiará. Esto ocurrirá porque cuando huisteis de la situación anterior no abandonasteis el ego, éste os siguió. Lo llevasteis con vosotros y, con él, toda vuestra impaciencia y falta de humildad. Así que, tras una breve estancia en el nuevo lugar, se empieza a manifestar la negatividad. Empezáis a sacar faltas de alguien de la familia o a la situación en la que os halláis. Perdéis la paciencia con vuestro padre o madre, con un hermano o hermana, con un amigo, y ellos reaccionan, porque también ellos tienen sus propios vasanas. No soportan vuestra impaciencia y desobediencia. Pronto os daréis cuenta de que habéis ido de un problema a otro. Y de que es posible que la nueva situación sea incluso peor que la que abandonasteis. Cuando estabais junto a vuestro esposo, por lo menos éste no os echaba de casa. Tras una discusión, solía arrepentirse y llegaba la reconciliación. Pero ahora, es posible que vuestros parientes o amigos os pidan que os vayáis. Y lo único que habéis ganado con todo esto es más resentimiento, más frustración y más sentimientos negativos.
Hija, tanto si vives en familia como sola, no alcanzarás ni felicidad ni éxito sin la capacidad mental de adaptarte a cualquier situación. Este es uno de los principios más básicos de la vida. Es posible que pienses que para ser feliz tienes que vivir sola, pero incluso entonces, tendrás problemas. Mientras seas presa de los prejuicios y las ideas preconcebidas, no te liberarás de las dificultades de la vida.
Sin embargo, deshacerse del ego no es tarea fácil. Hija, crees que tu marido no coopera y que no te ama, pero debe haber habido épocas en las que él se mostraba cariñoso y ayudaba en casa. Amma no puede creer que sea tan malo. Si es como tú dices, debe de ser un monstruo. "
Amma se detuvo un instante y contempló la cara de la mujer. Esta respondió: “No por supuesto que no lo es. A veces es muy dulce y cariñoso”.
Con una sonrisa, Amma volvió a preguntar a la mujer: “¿Cómo te sentías cuando él se mostraba tierno y cariñoso?” La mujer se ruborizó y contestó: “Me sentía cómoda y feliz. También yo era cariñosa con él”. “¿Y cuando se mostraba insensible y difícil?”, quiso saber Amma. “Me enfadaba y distanciaba”, respondió la mujer.
Con una sonrisa traviesa, Amma prosiguió: “Hija, esas reacciones y sentimientos son normales. Por naturaleza, los seres humanos tienen estos sentimientos los unos a los otros. Sin embargo, deberías intentar respetar y admirar las buenas cualidades de tu esposo. Cuando él no se muestra cariñoso ni coopera, tú reaccionas, ¿no es cierto? ¿Y no ha habido veces en las que tú empezaste la pelea?” La mujer bajó la cabeza. No tenía nada que decir.
Amma continuó: “Así pues, tú reaccionas ante él. No te preocupes, no pasa nada. Pero en esos momentos, en lugar de reaccionar, procura escuchar con paciencia, procura mantener la calma. Más tarde, cuando él esté de buen humor, cuando tengas una oportunidad, puedes hablarle con mucho amor. Entonces, él escuchará y comprenderá porque su mente estará en calma. No le lances tus ideas cuando está enfadado pues no te escuchará. Aprende a quedarte callada en esas ocasiones; no escuches a tu ego. Cuando él se haya ido de casa, siéntate en la sala de meditación o en un lugar tranquilo donde puedas meditar y pensar profundamente.
Mientras estés allí, recuerda todo el incidente. Trata de recordar cómo empezó la pelea. Si comenzó cuando le insististe en que hiciera algo y él se negó, deberías intentar recordar alguna vez en la que te compró algo o te hizo un favor en cuanto se lo pediste. Recuerda lo agradable que estaba entonces. Piensa en otra ocasión en la que fue paciente y compasivo cuando tú te mostraste impaciente y ruda. Recuerda las noches que pasó en vela a tu lado cuando te hospitalizaron. Intenta valorar el amoroso cuidado y las palabras de consuelo que tanto te ayudaron en aquéllos momentos. Tenía que trabajar todo el día y, aun así, se tomó tiempo y molestias para que te sintieras feliz y cómoda. Piensa en unas cuantas ocasiones en la que intentó hacer las paces después de que discutierais por una tontería. Así mismo, recuerda lo enfadada e impaciente que te mostraste durante todo el incidente y qué desagradable fuiste al dirigirte a él.
Si tienes en cuenta estos recuerdos, sin duda, te sentirás mejor. Esos momentos de soledad te permitirán ver el incidente con mayor claridad y comprensión. Es posible que sientas remordimientos por tu dureza e impaciencia. Para cuando tu esposo regrese a casa por la tarde, estarás preparada para mirarle a la cara y recibirle con una gran sonrisa. Primero, le ofreces una buena taza de café y, mientras lo bebe, le pides perdón por cómo te comportaste a la mañana. Después, le preguntas si se le ha pasado el dolor de cabeza que tenía. Suponte que dice: “No, todavía me dura”. Entonces, coges un poco de bálsamo y se lo frotas por la frente y, a continuación, le preguntas, con mucho amor, cómo le ha ido en la oficina. Intenta consolarle si su jefe fue duro con él.
Tu esposo te mirará anonadado: “¿Es esta la misma mujer con la que me he peleado a la mañana?”. Incluso se derretirá el resentimiento o la rabia que pudo haber sentido. Su actitud cambiará. Lleno de remordimiento, pedirá perdón por su conducta. Y ahí tendrás la oportunidad de explicarle todo lo que quieras. Puedes decirle cualquier cosa, que él te escuchará con interés. Entonces, te dirá lo que quiera decir y tú le escucharás con mucha atención. Así, lo que comenzó como una pelea se transformará en un gran acontecimiento, Se convertirá en una oportunidad para reconciliarse y compartir. Os sentiréis llenos de mutuo amor, felices y relajados.
La vida de casados no es ninguna broma. Es algo que debería tomarse muy en serio. Las relaciones pueden llegar a ser un camino hacia Dios, hacia la libertad y paz eternas, siempre que tengáis la actitud adecuada. No penséis en separaros en seguida cada vez que os sintáis incómodos. Luchad por adaptaros. Tened paciencia, no una ni dos, sino muchas veces.
Los seres humanos son muy impacientes, pero Dios es inmensamente paciente y cuidadoso con su creación. La impaciencia destruye. Pensad en la advertencia que veis en la señal de tráfico: “La velocidad mata”. La velocidad es impaciencia. Los seres humanos son impacientes, siempre tienen prisa. A veces, es necesario darse prisa; pero la mayoría de las veces mata. Cuando deis un medicamento a alguien que está enfermo, no os apresuréis. Aunque la medicina deba administrarse en seguida, aunque se trate de una emergencia, no os apresuréis. Si lo hacéis, en ese estado de agitación, puede que vuestras manos tiemblen al poner el agua en la boca del enfermo para que trague las pastillas. Os podéis equivocar y meterle el agua en la nariz, lo cual creará problemas. Con la prisa, le podéis dar al paciente demasiada medicina o incluso la que no era. Tened paciencia. La verdadera es amor. Cuando amáis, no podéis apresuraros. Debéis tener paciencia.
Mirad cuánto cuidado y paciencia derrama Dios sobre su creación. Puede que una diminuta flor no dure más que un día. Pero, aun así, Dios es cuidadoso y paciente con ella, proporcionándole el agua y calor que necesita para florecer. Para que un huevo se abra o nazca un niño, se necesita mucha paciencia y cuidado. Hacen falta nueve largos meses de nutrición antes de que nazca el niño. Dios no tiene ninguna prisa.
Pensad en el sufrimiento que vuestra madre soportó cuando estuvisteis en su vientre durante nueve largos meses. Ella cargó con vosotros sin quejarse y, llena de felicidad, aguantó la incomodidad y el dolor. Ella fue capaz de hacerlo porque sabía que el dolor desaparecería en cuanto os viera, en cuanto viera la hermosa cara de su bebé. Hija, deberías soportar el dolor con paciencia pensando en la vida tan armoniosa y pacífica que tendrás si lo haces. No importa quien tenga la culpa. A veces, será tu marido y, otras veces, serás tú. Pero, sea quien sea el responsable, intenta hacer lo que Amma te ha dicho, y a ver qué ocurre.
Practicad el perdón. Si todavía tenéis dificultades en una relación, aun a pesar de haberos esforzado mucho, considerad que es vuestro destino, vuestro karma. Llegados a este punto, lo soportaréis, aceptando que las dificultades son vuestro Prarabdha karma. Si la situación se os hace insoportable, tal vez podáis pensar en la separación o el divorcio. Pero, antes de llegar ahí, desempeñad bien vuestro papel. Esforzaos para ver, al menos, si la relación puede funcionar o no. Si permitís que se rompa cometeréis un error imperdonable. Es un pecado y tendréis que pagar por ello”.
Amma miró a la mujer llena de compasión. Estaba llorando de nuevo, pero, esta vez, eran lágrimas de arrepentimiento. Se había dado cuenta de su error. Con las lágrimas, pidió a Amma que la perdonara por sus faltas. El remordimiento que sentía se reflejaba en su voz: “Ahora comprendo que yo también tengo culpa y no sólo por hoy, sino siempre. Yo también soy responsable de nuestros conflictos. Yo soy la que los desencadenó. Si me hubiera quedado en silencio y actuado como Amma me ha aconsejado, esto no habría ocurrido. Amma me ha abierto los ojos. De hoy en adelante, intentaré hacer todo lo que pueda para controlarme y callarme en esas ocasiones. Actuaré tal y como Amma me ha indicado.”
“Hija”, dijo Amma, “ante una situación parecida, si puedes pararte un momento y tener paciencia, tus problemas se resolverán con facilidad. Pero reaccionamos por costumbre. Cuando nos sale la rabia, no nos detenemos para ver con claridad; no sabemos esperar. En medio de una situación desagradable, ¿puedes observar lo que está ocurriendo? ¿Eres capaz de dejar de pensar que alguien te está insultando y maltratando? ¿Puedes olvidarte de que te está tratando injustamente y dejar partir el deseo de hacer algo al respecto? No abuses. No reacciones. Intenta darte cuenta de que el verdadero problema no es lo que está ocurriendo sino cómo estás reaccionando. Cuando veas que vas a reaccionar mal, detente. Deja de hablar. Dile a tu mente: “No, no digas nada ahora. Ya tendrás una oportunidad para presentar el asunto de forma más efectiva. Pero, ahora, cállate.”
Durante esta pausa, trata de pensar en algo positivo, algo que eleve, algo dulce, algo inolvidable para ti. Intenta recordar un acontecimiento agradable. Centra toda tu energía y pensamientos en ello. Si logras hacerlo, no te molestarán ni enfadarán las ridículas palabras ni la insoportable cara de la otra persona.
Si puedes, intenta que esta pausa dure cada vez más. Siempre que te sientas un poco enfadada o disgustada, experimenta. Para empezar, escoge alguna tontería a la que estés acostumbrada a reaccionar. Por ejemplo, digamos, que tu marido suele golpear la mesa con los dedos cuando está absorto en sus pensamientos y a ti se te hace insoportable. En vez de decir algo, imagina que son gotas de lluvia cayendo sobre el tejado. Entonces, recuerda alguna vez en la que tú y tu marido os visteis atrapados en la lluvia y juntos corristeis a refugiaros bajo una marquesina. En lugar de enfadarte o disgustarte, deja que tu imaginación y tus recuerdos te lleven a un estado positivo, incluso cariñoso.
A su debido tiempo, cuando hayas aprendido a superar estas situaciones que te provocan, podrás, poco a poco comenzar a poner a prueba tu experimento en situaciones más serias y molestas. A medida que practiques, verás que estás cambiando y ya no reaccionarás. Sólo responderás. Experimentarás mucha más paz y alegría en tu matrimonio y en tu vida familiar en general. Tu cambio de actitud y la paciencia que muestres también creará un cambio positivo en los demás.
Cuando tu marido vea que ya no reaccionas, cuando se dé cuenta de que ya no aceptas sus insultos y su furia, de que ya no te afectan, se sentirá avergonzado. ¿Qué ocurre cuando un soldado descubre que sus armas ya no son efectivas ni poderosas? Las tira. De igual manera, cuando tu esposo vea que sus armas, las palabras que profiere contra ti, ya no te hieren, las abandonará y se callará. Además, le tratarás con más afecto y cuidado. Este es un gran regalo. Tus sonrisas y atenciones amorosas, tus cuidados y palabras de consuelo actuarán como un bálsamo para él y le aliviarán. Olvidará todo: su rabia, sus fallos y cualquier resentimiento que haya abrigado. Cuando después de haber trabajado duro todo el día y de que el jefe le haya regañado, vuelva a casa con la cabeza llena de problemas, entrégale ese regalo (a él o a ella, no importa si es el esposo o la esposa quien muestre esta actitud), él o ella se convertirá en tu mejor amigo y admirador. En la relación se desarrollará un gran amor y preocupación. Por lo tanto, hija, antes de enfadarte, haz una pausa, espera y sé paciente.
Amma os va a contar una historia. En una ocasión, un profesor había sido invitado a dar un discurso. Él no había preparado bien el discurso y, por lo tanto, su disertación no fue muy buena. Unos día más tarde, recibió una carta de alguien que le había escuchado. La carta decía lo siguiente: “Estimado señor, si no es usted muy entendido en el tema, sería más juicioso no hablar antes que dar ideas falsas y crear una mala impresión en su público”. La carta la firmaba una mujer.
Después de leer la carta, el profesor se enfureció. Se sentó de inmediato ante su máquina de escribir y tecleó una respuesta feroz y agresiva a aquella crítica, seleccionando las palabras más duras. En cuanto terminó, fue a echarla, pero ya habían recogido el correo de aquel día. Así que dejó la carta y, cuando la vio sobre su mesa a la mañana siguiente, pensó: “Tal vez no he sido muy amable con esa persona. Voy a leerla de nuevo antes de echarla al correo”. La abrió, la leyó y se sorprendió al ver que había reaccionado con extrema dureza. Se dijo a sí mismo: “La verdad es que no es una carta muy amable. Definitivamente, no puedo enviarla tal y como está”. Entonces, se sentó y escribió otra que, aunque contenía expresiones e imágenes más suaves, seguía siendo abusiva.
Cuando estaba a punto de enviar la segunda carta, pensó: “Veamos, voy a releer esta carta. Tal vez el tono no sea el adecuado todavía. Si mi actitud cambió tanto en unas horas, es posible que todavía pueda cambiar. Así, después de volver a leer la carta y ver que el tono seguía siendo demasiado severo, escribió otra. Sin embargo, no acababa de sentirse satisfecho. La modificó y la volvió a escribir unas cuantas veces más, hasta que, al final, la había transformado en una carta de amor. En ella, el profesor reconocía sus errores y estaba de acuerdo con la mujer. Incluso le alabó que ella le hubiera señalado los inconvenientes. “La gente como usted es realmente útil. Le estoy muy agradecido”, escribió. “Si no está casada, me gustaría pedirle que fuera mi esposa. Esperando con ilusión una respuesta positiva, suyo afectuosamente…”
El veneno que el profesor emitió al principio, se transformó en néctar. A veces, podéis tomar una decisión errónea o juzgar a alguien de manera equivocada o actuar sin discernimiento. Pero, si sois capaces de hacer una pausa, esperar con paciencia y considerar la cuestión, no os meteréis en problemas. Esto es lo que ganáis si tenéis paciencia y consideración. Por ello, hija, ten paciencia y considera bien las cosas antes de actuar. Amma está contigo. No te preocupes.”
En ese momento, la mujer cayó en el regazo de Amma. “Amma, ¡perdóname por mis errores!”, dijo llorando. “¡Perdóname! Voy a intentar no repetirlos de nuevo. Perdóname”. Amma consoló a la mujer y le ayudó a calmarse expresándole todo su amor y compasión. Antes de que se fuera del ashram unos minutos más tarde, la mujer estaba en paz y sonreía abiertamente, una clara señal de que había soltado su dolor.
En los Lalita Sahasranama, se adora a Devi como Tapatrayagni-samtapta-samah-ladana-chandrika, que significa “La luz de luna que alegra los corazones de aquellos atormentados por el fuego de la miseria”. Se explica que esta miseria está causada por los órganos de los sentidos, tanto los internos como los externos, por el mundo objetivo del que son mediadores, y por los poderes sobrenaturales que están más allá del mundo visible. Este mantra también se puede aplicar a una Gran Alma como Amma, quien es la encarnación de Devi o de la Madre Divina. Por medio de sus compasivas y tranquilizadoras miradas, de sus profundas palabras y su toque divino o por medio de su mera presencia, Amma otorga esta bendición de sanar los corazones humanos. Únicamente un Maestro Realizado que ha alcanzado el estado de Perfección puede salvar a los seres humanos de esta triple miseria. Un ser de estas características puede, por sí mismo, dar reposo y consuelo a los afligidos por sufrimientos que provienen del nacimiento, la ancianidad y la muerte.
Me gustaría terminar el sat-sang de hoy con un bhajan en honor a la Madre Divina:
Ni soy erudito
Ni nací bajo una buena estrella.
Oh, Madre, aunque sepas esto,
No me sonrías y te alejes
Cuando fijo con intensidad mis pensamientos en Ti.
Oh, encarnación de la Compasión,
Libérame de mi ignorancia
Y concédeme la pura inteligencia.
Aun entre los placeres mundanos,
Nunca estoy feliz.
Siempre te estoy observando,
Oh Gobernanta de todos los mundos.
Dadora de la verdadera grandeza,
Enciende la lámpara de la visión equitativa
Dentro de mi más profundo Ser.
Oh Madre, El ruiseñor de mi mente
Ha volado hasta tus Pies de Loto.
Para impedir que se vaya,
Por favor, cierra tus pétalos y envuélvelo.
Oh, Tú, que eres más grande que los grandes,
Deja que me sumerja en lo más profundo
Para disfrutar de tu Néctar de Felicidad.
Oh, Quintaesencia de los cuatro Vedas,
Me postro ante ti.
Tu corriente de Amor fluye hacia mí
En forma de furia.
Tu aterradora risa
Es como una amable sonrisa para mí.
Al comprender la naturaleza irreal
De este mundo de ensoñación,
Lo he abandonado.
Nunca me separará de Ti,
Que has derramado tu nectarina Gracia sobre mí.