Lunes, 23 Noviembre 2020 08:25

Desde Internet a nuestra propia net interna

Medios

Vivimos en la era de internet. Donde quiera que vayamos en el planeta necesitamos internet. Pero junto a una conexión con internet también necesitamos redescubrir nuestra conexión con nuestra red interna. La espiritualidad nos enseña cómo gestionar ambos, nuestros mundos interno y externo.

Día tras día, la ciencia y la tecnología crecen rápidamente sin control alguno. Nadie conoce adónde conduce este crecimiento. Cuando miramos alrededor, vemos desarrolladores, productores, distribuidores y consumidores. Todos ellos parecen estar atrapados en un frenesí para adquirir lo último, lo más grande lo mejor. El estado normal de la humanidad parece ser el de un niño suelto en una tienda de caramelos.

Hoy en día, mientras estamos en la cama, podemos pedir cualquier cosa de comer, beber, ver o escuchar y recibirlo en nuestra casa. Ya no necesitamos ir a una tienda para comprar cosas nuevas o de segunda mano. Hay páginas web para cualquier cosa y para todo. Internet ha revolucionado el mundo y esto es bueno. Ahora podemos comprar cualquier cosa con un click de nuestro dedo, excepto una cosa: Amor.  

Todos tenemos aire acondicionado en casa, coches y oficinas. Pero mucha gente no puede dormir en sus habitaciones con aire acondicionado, tienen que depender de pastillas para dormir. Algunos se suicidan en sus refrigeradas mansiones. ¿Qué significa esto? Nuestro bienestar externo no nos sirve para encontrar paz mental. Por eso necesitamos aire acondicionado en nuestra mente. La espiritualidad ayuda a lograr esto. 

Vivimos en la era de internet.   Donde quiera que vayamos en el planeta necesitamos internet. Pero junto a una conexión con internet también necesitamos redescubrir nuestra conexión con nuestra red interna. La espiritualidad nos enseña cómo gestionar ambos, nuestros mundos interno y externo. 

¿Qué está sucediendo en la sociedad? Atrapada en la velocidad de la vida, el ser humano ha olvidado  valores básicos cuyo significado minusvaloramos. Intentamos justificar toda la violencia y deshonestidad que cometemos, desde el nivel individual al internacional. E imponemos nuestra racionalización de esas acciones al resto de la sociedad.

Siempre ha habido problemas en el mundo, desde el principio de los tiempos. Durante eras, la sociedad ha sufrido guerras, conflictos, discriminación basada en la clase social, creencias y falta de armonía familiar. Pero nuestros antepasados tenían una visión distinta de la vida. Tenían una conciencia inherente  de tres factores, humano, naturaleza y del poder invisible que los unía armoniosamente.

Su visión de la vida no solo tenía en cuenta la existencia física de los individuos y de la naturaleza. Creían en un poder formador de los cimientos de la naturaleza y de todo ser viviente. Un poder invisible que conecta a todos los seres con la naturaleza. Ellos reconocían a este poder como la parte más importante de sus vidas. También creían que todo en la naturaleza y en cada uno de los seres vivos en el universo eran como cuentas de formas y tamaños variados engarzadas en un hilo único de la creación. Por eso daban tanta importancia a compartir, cuidar, a la consideración y la empatía. Hoy en día hemos etiquetado esta mentalidad como “primitiva”, rechazando su forma de vivir.

Si  observamos la vida moderna vemos una sociedad de la abundancia impregnada de miseria. La codicia excesiva ha cegado al género humano, cuyo resultado es el aumento en la incidencia de acciones inhumanas. La agitación mental y el estrés son la causa de enfermedades hasta ahora desconocidas.

La humanidad está en una encrucijada. Ahora el género humano vive con la única dependencia de la ciencia y la tecnología. No obstante, a la luz de nuestra situación actual, deberíamos al menos incorporar a esta el pensamiento espiritual.

Hay dos tipos de educación: Educación para ganarse la vida y educación para la vida. La educación para ganarse la vida es la que realizamos cuando estudiamos en una facultad para ser doctores, abogados o ingenieros. Por otra parte, la educación para la vida requiere  la comprensión de los principios espirituales  esenciales. El objetivo real de la educación no es la creación de gente que solo pueda entender el lenguaje de las máquinas. El propósito principal de la educación debería ser impartir una cultura del corazón, una cultura basada en valores perdurables. Vivir en la espiritualidad es como aquel que sabe cómo nadar. Para él retozar en las olas del mar es una experiencia deliciosa, pero para el que no sabe nadar significa ahogarse. Podemos desarrollar una actitud para aceptar felizmente todo lo que la vida depare.  

La espiritualidad es también una ciencia, una rama valiosa del conocimiento que no puede ser ignorada. La comunidad científica investiga el mundo físico intentando descubrir los secretos del universo. En realidad, las escrituras espirituales hacen un recuento de aquellos que llevan a cabo una intensa indagación interna para revelar los mismos secretos. Cuando intentamos ver espiritualidad en las matemáticas, la física o la lógica podemos fallar en la captación de sus sutilezas. Necesitamos hacer una aproximación con la fe de un niño y con el asombro  que brilla en una mente y ojos infantiles  Reconocidos científicos del pasado visionaron el universo y sus sutilezas con asombro y admiración. Su investigación tenía la inquietud y la fe de un niño inocente. De hecho, muchos científicos eminentes del pasado y del presente reconocieron la espiritualidad al final de sus vidas. Pero para entonces era demasiado tarde. Amma reza para que la comunidad científica que hoy dirige el mundo no cometa este mismo error.

Cuando se mezclan azúcar y arena blanca  es muy difícil separarlas, incluso por alguien muy inteligente. No obstante, la aparentemente insignificante hormiga, que representa la humildad, se arreglará fácilmente para comer solo el azúcar. La vida es una combinación perfecta de lógica y misterio, quizá sea más misteriosa que lógica. En todas las zonas de la vida la cabeza y el corazón deben ir juntos.

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