No obstante, hoy en día, la gente se encierra en sí misma, en sus pueblos o ciudades. La cultura de compartir está desapareciendo, incluso entre marido y mujer. La sociedad solo podrá mantener un equilibrio, únicamente si nos enfocamos más en dar que en recibir. Pero hoy en día, la mayoría de la gente, solo quiere recibir.
Hubo un hombre que solo quería recibir de los demás. Nunca compartía nada con nadie. Dedicaba su vida a amasar más y más fortuna. Un día, mientras caminaba sin rumbo, tropezó y cayó en un hoyo profundo al lado de la carretera. Intentó salir, pero no pudo. Desesperado, empezó a gritar, ¡ayuda, ayuda!
Después de algún tiempo, alguien que pasó por allí, escuchó sus gritos y se acercó al hoyo. Extendió su mano hacia el hombre y dijo, “dame tu mano”. Pero el hombre en el hoyo no se la dio. Incluso después de que el que pasaba repitiera varias veces, “dame tu mano”, el hombre rehusó alzar su mano.
Finalmente, el que pasaba, volvió a extender su mano y dijo: “¡Toma mi mano!”. Tan pronto como oyó esto, el hombre en el hoyo estrechó su mano para alcanzar la mano del otro y de esta forma pudo ser rescatado.
Muchos de nosotros somos como el hombre que cayó en el hoyo. Solo sabemos cómo recibir de los demás. Tal egoísmo solo puede conducir al declive de la sociedad. Debemos cultivar una mente que ansíe dar antes que recibir. Nuestra supervivencia depende de la dependencia mutua. Nuestras vidas no deberían ser solo para nosotros mismos.
Estamos en este mundo por un tiempo corto. Igual que la mariposa que da alegría a los demás durante su corta vida de unos pocos días, cada segundo de nuestra vida debería estar al servicio de otros. Debemos compartir nuestros bienes y goces con otros. Mediante la mutua dependencia, en amar y compartir, debemos ser uno.
El amor es el bindu, el punto central de nuestra vida. Debemos realizar todas nuestras acciones enfocados en este punto central. Solo entonces podremos gozar de ambas experiencias, la del amor por nosotros mismos y la de compartirlo con otros.
Hoy en día, hemos conseguido transformar la vida en algo cerca de todo, menos del amor. Por esta razón, los seres humanos están desapareciendo en todas partes y en su lugar, están naciendo máquinas humanas. De algún modo, hemos conseguido transformar el amor, la única cosa que de hecho es la más cercana a nosotros, en la más distante.
Que la paz permanezca en cada rincón de la Tierra. Que todos los estómagos estén llenos, y que todos tengan un techo sobre su cabeza. Dejemos que todos gocen de la bondad, la salud, la felicidad, la paz y la abundancia. Que la Madre Naturaleza perdone nuestros errores y nos bendiga con un tiempo donde no ocurran desastres naturales.
Quizá penséis que tales oraciones carecen de realismo. Pero es a través de sueños como estos por los que aprendemos qué dirección tomar en nuestras vidas y dónde debemos poner el esfuerzo. Todo viaje comienza por un pequeño paso. Cada uno de nosotros puede crear pequeños cambios positivos en nuestra vida. Si todos podemos hacer esto, ello marcará el comienzo de una nueva era.
La autora es una líder espiritual y humanitaria mundialmente reconocida.