Un doctor examinó a su paciente y dijo: “Va a ser difícil curar esta enfermedad por completo porque es algo heredado.” El paciente interrumpió al doctor rápidamente: “Si eso es así, envíe la factura a mis padres.” El hombre no pensó en lo que él podría hacer para controlar la enfermedad. Por el contrario, responsabilizó a sus padres. Convenientemente, olvidó el hecho de que con medicación, ejercicio regular y control de su dieta podría dominar la enfermedad. Muchos de nosotros, reaccionamos como este paciente cuando afrontamos nuestras equivocaciones y debilidades.
Cubrimos nuestros errores con nuestro ego y falso orgullo y culpamos a otros. De ahí, que tengamos que conquistar el ego. Si no, enfrentaremos derrotas tanto en la vida espiritual como en las cuestiones mundanas. Cuando fallamos, tenemos que mirar al interior y tratar de comprender nuestras debilidades y equivocaciones. Así pues, tenemos que enfrentarlas valientemente. También tenemos que hacer esfuerzos sinceros para superar nuestras debilidades. Reconocer las debilidades, afrontarlas y superarlas, esta es la progresión. Si tenemos la apertura de mente para asumir la responsabilidad de nuestros fallos y si nos esforzamos seriamente, podremos superar cualquier limitación.
En la vida, las cosas raramente suceden de acuerdo a nuestras expectativas. Por eso es importante desarrollar la actitud de entrega a Dios. Esto también nos ayudará a vivir el momento presente. Si aprendemos a hacerlo, podremos aceptar alegremente cualquier circunstancia que se nos presente en la vida.
Solo está en nuestras manos el momento presente. Vivámoslo gozosamente, en alerta. Se dice que el ciclo de vida de una mariposa es de pocos días, que vive volando gozosamente, difundiendo placer y felicidad. Nuestras vidas deben de ser así. Debemos asegurarnos de que la llama de la compasión no se extingue en nuestros corazones. Solo una persona que ha pasado hambre puede sentir los pinchazos del hambre en otro. Solo una persona que haya cargado un gran peso entenderá el esfuerzo de soportar grandes pesos. Si quisiéramos, el mundo podría ser muy diferente.
El beneficio de todas las buenas acciones que realizamos con una actitud generosa revertirá en nosotros. Debemos desarrollar una mente desprovista de egoísmo, una mente que no se derrumba en el fracaso, una mente que encuentra gozo en dar y en aceptar la adversidad con amor. Una mente así nunca sentirá tristeza.
La autora es una líder humanitaria y espiritual reconocida mundialmente.