Un joven se hizo carterista. Este mal hábito angustiaba mucho a su madre, quién pidió a su hijo que confesara su pecado a un sacerdote del templo vecino y pidiera perdón. Al día siguiente robó la cartera a un empresario, el joven se acercó al sacerdote y dijo: “Oh, padre, yo pequé ayer, robé la cartera a un empresario.”
Al escucharle, el sacerdote dijo: “Has cometido un grave delito. Encuentra enseguida a ese hombre y devuélvele su cartera.” Así lo hizo el joven, devolvió la cartera y regresó a su casa. Esa noche, la madre vio a su hijo contando dinero de un puñado de billetes. Cuando le preguntó de dónde venía todo ese dinero, el hijo respondió: “Lo robé de la caja del templo cuando fui a confesar mi delito.”
Eso no es arrepentimiento, no es sincero. Cuando concienciamos nuestro error debemos resolver con firmeza enmendarnos y no repetirlo nunca. Si escuchamos a nuestra conciencia, no haremos mal. Cada vez que obremos mal, nuestra conciencia murmura sutilmente: “No hagas esto. Desiste.”
A veces, hacemos mal por ignorancia. Dios perdona tales pecados. Si seguimos repitiendo los mismos errores a nuestro pesar, Él no nos perdonará. La vida humana es un viaje desde el error a la verdad. Debemos intentar ennoblecer cada pensamiento, cada palabra y acción. Arrepentirse y corregir incluso el menor de los errores es el único modo de alcanzar la victoria, el gozo eterno y la paz.
El Señor Krishna mantuvo una actitud práctica en todas las situaciones de su vida. Nunca lamentó ni se cuestionó a sí mismo. Afrontaba la vida de modo firme y dhármico. La razón para decir esto, es que Krishna se acercó como mensajero a los Kauravas aunque no estaba invitado. Después, no se lamentó porque su actitud era: “Intentémoslo. Si se produce un cambio, mejor que mejor.”
Él advirtió a Karna: “Eres el hijo mayor de la reina Kunti. Se supone que lucharás del lado del dharma. Solo así, la gente saldrá victoriosa. No protejas el adharma en función de deseos egoístas. Proteger al mundo es el mayor logro. Por favor, por favor, ven.”
Karna no escuchó, pero Krishna no sintió remordimiento cuando Karna fue asesinado. Lo había intentado con palabras y acciones, dejando el resto al destino de Karna. Aunque Krishna sabía lo que iba a suceder, aún así lo intentó.
Nuestra conciencia debe ser siempre como la aguja bien equilibrada de una báscula. Si actuamos con la apropiada discreción, nada tenemos que temer. Podemos ser felices en cualquier situación que debamos afrontar, con el pensamiento de haber actuado por el dharma.
La autora es una líder humanitaria y espiritual reconocida mundialmente.