Un devoto solía visitar regularmente a un mahatma y quejarse de sus problemas cotidianos. Un día, al empezar a quejarse, le dijo el mahatma: “Tráeme un vaso de agua y un puñado de sal.” Cuando el hombre se los trajo dijo el mahatma, “pon la mitad de la sal en el agua y remuévela bien. Luego bébete el agua y dime como sabe. El devoto obedeció y dijo, “está demasiado salada para beberla”. El mahatma le llevó entonces a un lago de agua dulce y pura y dijo: “Echa el resto de la sal en el lago y después bebe un poco de agua.” El devoto bebió un sorbo y dijo que era dulce y pura. El mahatma le preguntó: ¿“No está salada”? El devoto respondió: “No, en absoluto.
Y dijo el mahatma: “Mira, la sal es como las penas de la vida y el agua dulce como nuestra dicha interior. El agua del vaso no era bebible solo con un poco de sal, pero la misma cantidad de sal no cambió el sabor del agua dulce del lago. Ahora tu mente es tan estrecha como el vaso. Si la expandes al tamaño del lago y despiertas tu felicidad interior, ningún dolor podrá tocarte jamás.
La felicidad es nuestro estado natural. Pero cuando damos importancia a algo que no la tiene creamos dolor y nuestra mente queda fijada en él. Deja que los pájaros del dolor vuelen sobre tu cabeza, pero nunca permitas que aniden sobre ella. En lugar de darle vueltas a los problemas todo el tiempo, dedícate al trabajo creativo.
Cuando la compasión entra en nuestras acciones, sus ondas empiezan a influenciar a otros. Tales acciones nos permiten recibir la gracia de Dios. Todos deberíamos tener esa mente que no se hincha de arrogancia con el éxito ni flaquea con el fracaso, se deleita en dar y acepta la crítica con elegancia.
Aquellos que tienen esa mente nunca fracasan. E incluso si fuera así, los fracasos no afectan a su interior. La situación externa no siempre es favorable, pero ellos nunca internalizan sus decepciones. Ellos agradecen todo en la vida. Son verdaderos en su conciencia.
Ayuda a los demás en todo lo posible. Eso expandirá la mente. La pesada carga del dolor os abandonará y viviréis la experiencia de la dicha del Ser.