Sólo un corazón en paz puede estar en concordia en diversas situaciones. Esta paz proviene de la meditación. Amma dice con frecuencia que la meditación es tan valiosa como el oro. La prosperidad material, la paz mental y la auto liberación provienen de la meditación. El tiempo que uno dedica a la meditación nunca se pierde.
Hoy en día nos hemos vuelto como máquinas obedientes. Eso no es lo que se necesita. Tenemos que convertirnos en seres humanos que están alerta y que disciernen. Este estado de alerta y discernimiento brotará tan solo de la comprensión espiritual adecuada. Si la vida ordinaria es como conducir vehículos por la autopista, la vida espiritual es como volar en un avión. Los vehículos que circulan por la carretera nunca dejan el suelo y se elevan hacia las alturas. Sin embargo, el avión se eleva hacia el cielo después de moverse por la pista durante unos minutos. La vida espiritual nos lleva a las alturas de la experiencia. Cuando uno está en las alturas, gana el poder de mirar todo como un testigo desapegado.
Mucha gente dice: "Nunca he cometido ningún mal intencionadamente, y a pesar de ello tengo que pasar por tanto sufrimiento". Hijos, una cosa es segura, cosecharemos solo lo que hemos sembrado. Los resultados de las acciones realizadas por nosotros nunca pueden borrarse. Si se deja a un ternero en libertad, localizará a su madre entre miles de vacas. Del mismo modo, el resultado de todas y cada una de las acciones regresará a quien las ha realizado. Dios no ha creado a nadie solo para castigarlo.
En una familia había tres hermanos. Sus padres habían fallecido. Los tres hermanos tenían carrera universitaria, sin embargo, no podían encontrar trabajo. Un hombre rico se compadeció de estos hermanos y los contrató en su empresa. También los alojó en su casa. A los tres hermanos se les dio el mismo trabajo. Después de un tiempo, uno de ellos comenzó a aceptar sobornos de los clientes. El dueño lo amonestó y advirtió muchas veces, aun así, siguió por el mal camino. Finalmente fue degradado al puesto de peón. Claramente, no merecía un puesto más alto. El segundo hermano era diligente en su trabajo. Y era honesto. Sin embargo, a los 30 días pedía su salario. No esperaba ni un día. Como era diligente y honesto, fue ascendido a un puesto superior. El tercero era diferente a sus hermanos. Él hacía el trabajo con diligencia, honestidad y con total cuidado. Cuando le ofrecieron su salario a fin de mes, dijo: “No, señor, me diste comida y techo, me diste ropa y me diste lo que necesitaba. Por lo tanto, qué necesidad tengo del salario.” Se negó a aceptarlo y continuó sirviendo a su amo. Después de unos años, el dueño murió. En su testamento había legado todas sus riquezas al tercer hermano que le había servido desinteresadamente. Así vemos que al hombre honesto y diligente se le dio un ascenso, al hombre deshonesto lo degradaron, y el que servía a su amo desinteresadamente sin pedir nada a cambio, se convirtió en el amo de todo. Nuestra situación es similar. Todo lo que disfrutamos o sufrimos es el resultado de nuestras propias acciones.
La vida consiste en dos cosas: realizar acciones y cosechar los resultados de nuestras acciones. Si las buenas acciones traen buenos resultados, las malas acciones traen malos resultados. Las acciones no son solo lo que hacemos con nuestras manos y pies, sino también lo que pensamos. Injuriar o abusar de otros es realizar malas acciones. Eso comportará sufrimiento. Por lo tanto, lo que sufrimos hoy es el resultado de nuestras propias acciones pasadas. Esto no significa que debamos sumirnos en la autocompasión, pensando que somos pecadores. Como nuestro sufrimiento presente es el resultado de nuestras malas acciones pasadas, debemos decidir que no volveremos a hacer tales acciones, sino que dedicaremos el resto de nuestra vida a realizar acciones buenas y desinteresadas. En lugar de despreciarse a uno mismo como un pecador y un inútil, uno debe comenzar una vida de compasión y servicio a los demás. Esa es la forma más fácil de encontrar la paz en nuestras vidas.
Nada de lo que sucede en este mundo se debe a nuestra voluntad. Si ponemos 10 huevos, rara vez saldrán los 10 del cascarón. Si hubiera sido nuestra voluntad la que lo determina todo, los 10 habrían salido del cascarón. Por lo tanto, cultivemos la actitud de ofrecerlo todo a la Voluntad Suprema. Ese espíritu de entrega debe nacer en nosotros. Ese debe ser el objetivo de nuestra vida.
Algunas personas preguntan: "¿No nos aconseja el Señor Krishna trabajar sin recibir ningún salario?" La respuesta es “No." El resultado de cualquier acción no será como esperamos que sea. Por lo tanto, si miramos el resultado con expectativas, inevitablemente aparecerá el dolor al final. Por supuesto, el resultado de cualquier cosa que hagamos tarde o temprano nos llegará, pero no será como imaginamos. Por eso el Señor nos pide que nos desapeguemos. El Señor nos pide que cultivemos esa actitud, para que no suframos, para que cosechemos todos los beneficios de lo que hacemos. La vida consiste tanto en tristeza como en felicidad. Cuando un péndulo se balancea hacia un extremo, solo está cogiendo impulso para regresar a toda velocidad. Del mismo modo, el columpio hacia la felicidad no permanecerá siempre allí, sino que regresará al dolor. La espiritualidad nos enseña a armonizar tanto el dolor como la alegría y seguir adelante en la vida. Solo una persona que sabe nadar puede disfrutar en las olas del océano. El que no sabe nadar sucumbirá ante las olas. Igualmente, si comprendemos la espiritualidad, que nos enseña cómo avanzar en la vida sin que las adversidades nos perturben, seremos capaces de mantener una sonrisa en los labios en todas las situaciones. Al final también seremos capaces de alcanzar la meta. Krishna nos enseñaba cómo alcanzar la meta sin vernos derrotados por las circunstancias.