No es fácil darse cuenta de nuestros propios errores y debilidades. Por eso, debemos ver en nuestros críticos a nuestros mejores maestros, porque nos ayudan a conocer nuestras limitaciones. Los que nos alaban no pueden hacer eso. Pero cuando otros nos critican o manifiestan su desagrado por nosotros, debemos buscar un poco en el alma. ¿Por qué me critican? ¿He hecho algo que provoque esa crítica? De ese modo, podremos revertir críticas y acusaciones en peldaños para nuestro crecimiento.
Un niño puede sentirse avergonzado o molesto si un amigo señala manchas en su ropa. Incluso puede sentir resentimiento hacia él. Pero si alguien dice a un adulto que tiene la ropa manchada no sentirá el más mínimo resentimiento hacia esa persona, solo gratitud. Tampoco se sentirá avergonzado porque no tomará no haber visto la mancha como una limitación personal. Pero el niño carece de tal discernimiento. Por eso, esas situaciones le angustian y molestan.
Pero, si las acciones o comportamiento de un adulto son criticados, éste se sentirá molesto y reaccionará con enfado. No mostrará el mismo desapego que cuando le mostraron las manchas en su ropa, porque se identifica con su propio comportamiento y acciones. No es capaz de verlo desapasionadamente, como un testigo externo.
Si pudiera hacerlo, también podría aceptar con calma cualquier crítica o acusación y si es cierta corregirse. Y si avanza un paso, incluso dará las gracias a sus críticos. Pero si las críticas y acusaciones son infundadas, se reirá de ellas.
Igual que un tallo de loto absorbe todos los nutrientes que necesita del barro en que está enraizado y produce hermosas y fragantes flores de loto, debemos aprender a ganar en conocimiento y energía del lodazal de la crítica. Si podemos hacerlo, la enredadera de nuestra vida producirá flores de paz y felicidad.
Algunas personas estudian veinte o veinticinco años para conseguir un título, ganar dinero y fundar una familia. Para entonces tienen cincuenta o sesenta años, pero en realidad ¿qué han obtenido? No mucho. El verdadero objetivo del nacimiento humano es realizarse en Dios. Si no vivimos la vida para eso, ¿cuál sería la diferencia entre animales y humanos?
Cuando un león viaja, tras una distancia se vuelve y mira hacia atrás. También nosotros debemos mirar atrás, reflexionar y pensar, ¿estoy actuando generosamente o no? Cuando una tortuga se arrastra, deja huellas en la arena. También nosotros debemos dejar la huella de nuestras buenas acciones en nuestras vidas.
La autora es una reconocida líder mundial espiritual y humanitaria.