Bhaya-bhakti no es como el temor del esclavo hacia el amo, es más bien como el respeto del alumno por su maestro, como el amor inocente de un niño hacia su madre. Esa tendría que ser nuestra actitud hacia Dios. Un niño ama a su madre y sabe que ella le protege, al mismo tiempo que sabe que si comete alguna travesura su madre no dudará en castigarle. Por tanto, su amor hacia su madre está matizado de temor. Este temor es el que le salva de muchos peligros y fechorías.
Los caprichos de un niño pueden tentarle a hacer el mal, pero el temor a la riña y castigo de la madre le liberan de esos problemas. Pero esto nunca pone trabas al amor por su madre, al contrario, favorece un sano crecimiento espiritual.
Con frecuencia los niños estudian por temor al castigo del maestro. Esto los ayuda a superar la pereza y adquirir conocimientos. Según van alcanzando grados superiores van perdiendo ese temor porque para entonces han adquirido el discernimiento necesario. Solo sentirán reverencia y obediencia hacia el maestro. La mayoría de los devotos tienen esta actitud hacia Dios.
Según el devoto progresa en la senda de la devoción, bhaya-bhakti evoluciona a prema-bhakti (devoción amorosa). En prema-bhakti, no existe la menor traza de temor. Por amor al Señor, el devoto incluso recibe el castigo de Dios con gozo. Todas sus tendencias latentes que lo incitan a la maldad, desaparecen por el fervor de su devoción. El verdadero devoto olvida todo y actúa como un bebé apoyado en el regazo de su amorosa madre.
Parabhakti (devoción suprema) es puro Vedanta. El verdadero devoto lo ve todo como impregnado de Dios. Un devoto diría, “todo está impregnado de Dios” y un vedanta diría, “todo está impregnado de Brahman”. Todo es lo mismo.
Ese “Yo” que llena todo el universo es el “Yo” real. Cuando despierta la conciencia a “Yo no soy el cuerpo, soy el Ser” comprendemos que nada es diferente a Brahman. En ese momento tendremos la experiencia de que todo es solo “Yo”.
Quien escribe es una líder espiritual y humanitaria reconocida mundialmente.