“Tengo deseos de comer un helado”, -dijo el chico.
En una hermosa demostración de sus palabras, tan pronto como el grupo terminó su tiempo con Amma, rápidamente ordenó a las brahmacharinis traer helado para todos, profesores y alumnos, para implementar un simple deseo expresado por uno de los alumnos.
La visita estuvo marcada por la exposición de los alumnos de sus talentos con bhajans, actuaciones individuales y danza, creando una atmósfera de alegría pura. Amma hizo inmersión total en sus actuaciones valoró cada movimiento y palabra, reflejando la genuina conexión que ella comparte con todos los seres.
De forma notoria, el niño mayor de la clase, de cincuenta y dos años, dio testimonio de la naturaleza intemporal de la innocencia y del espíritu imperecedero de seguir aprendiendo.
Más allá de los talentos demostrados, lo más sobresaliente fue el amor y preocupación entre ellos y por ellos. Su vínculo era un testimonio de la nutrición del medio ambiente otorgado por su escuela y maestros. Esta cálida demostración da entrada a una reflexión sobre la verdadera esencia de la educación. ¿No significa inculcar amor, compasión y un sentido de comunidad?
Amma, con su inquebrantable amor y presencia, dio a los alumnos una rara oportunidad de capturar un momento para siempre, -una foto de grupo con ella. Este precioso memento iba a ser sin duda una fuente de inspiración y alegría para los estudiantes, que ellos vivieron durante ese día especial con Amma.
El abrazo de Amma va más allá de palabras y acciones, encarna la esencia de la verdadera educación, - una que fomenta un sentido de pertenencia, comprensión y compromiso de unos con otros. El día en Amritapuri sirvió de hermoso recordatorio de que en los gestos e interacciones más simples, residen las lecciones más profundas de amor y humanidad.