El odio, la ira y la crueldad en la mente humana, son más letales que todos los explosivos del mundo exterior. Si no desalojamos esas emociones tóxicas, la guerra y los conflictos seguirán prevaleciendo en el mundo.
Una vez, una golondrina posada en un árbol cantaba dulcemente. Un cazador la atrapó y quería matarla. El pájaro miró piadosamente a los ojos del cazador y pidió: “Por favor, no me mates. ¡Déjame ir!”
La súplica conmovedora de la golondrina ablandó al cazador, quien en ese momento se dio cuenta de la dura diferencia entre la golondrina, revoloteando felizmente y gorjeando dulcemente y su propia vida, odiosa y cruel.
Dijo a la golondrina: “Te soltaré con una condición. Debes revelarme el secreto de tu alegría”.
Y dijo la golondrina: “Me aterrorizas. Primero, déjame ir y después te revelaré el secreto de mi alegría”.
El cazador la soltó. Mientras se alejaba volando, dijo: “El mal que hay en tí es lo que te causa tanto dolor y tristeza. Tu corazón está oscurecido por la crueldad, mientras que nosotras nunca hacemos daño a nadie. La bondad de nuestro corazón es la razón de nuestra alegría.”
Las palabras de la golondrina abrieron los ojos del cazador. Abandonó el camino de la crueldad y se embarcó en un nuevo camino de vida.
Nuestros corazones deben fundirse en compasión cuando vemos el dolor y la tristeza en otros. La compasión en nuestros corazones debe reflejarse en nuestras acciones.
La compasión es la única respuesta a todos los problemas del mundo. Si tenemos que dar una respuesta en dos palabras, esas deberían ser, amor y compasión. La respuesta en tres palabras sería, amor, compasión y paciencia. La guerra y los conflictos solo terminarán cuando las mentes individuales se llenen de compasión.
Comprometernos en acciones compasivas, es en verdad, vivir las verdades expresadas en las declaraciones upanishádicas que proclaman nuestra unidad con Dios: tat tvamasiand ahambrahmasmi—“Tú eres eso” y “Yo soy Brahman”.
Por ejemplo, cuando metemos un dedo en el ojo, nunca castigamos al dedo. Por el contrario, usamos el mismo dedo para frotar el ojo. Por eso sabemos que el dedo y el ojo forman parte de nuestro cuerpo.
Del mismo modo, cuando vemos en otros nuestro Ser verdadero, la compasión surge espontáneamente. Igual que perdonamos nuestros errores, perdonemos y olvidemos los errores ajenos. Permitámonos trascender cualquier sentimiento de ira que podamos sentir hacia aquellos que nos han hecho daño.
Intentemos escribir cartas o correos electrónicos amables a aquellos que están enfadados con nosotros. Puede proporcionarles algo de felicidad y ayudarles a revertir su ira. No olvidemos expresar gratitud a nuestros próximos y queridos. Esas acciones reportarán un renacimiento real, una nueva creación.
La autora es una líder espiritual y humanitaria reconocida mundialmente.