La fe en un médico no cura la enfermedad. El paciente, digamos un diabético, tiene que tomar la medicina y seguir la dieta prescrita.
Un vehículo cayó en una cuneta. El conductor salió y agarrando su cojín de meditación corrió a la cima de una colina cercana, se sentó en posición de loto y empezó a rezar: “Oh, Dios, permite que mi vehículo salga de la cuneta!” Abrió un ojo y miró a ver si su vehículo estaba fuera y viendo que no, intensificó sus oraciones. Una voz resonó desde los cielos, “hijo, intenta empujar el vehículo mientras rezas”. Así que solo la fe no basta. Debe ir acompañada por el esfuerzo.
Sin poner el esfuerzo necesario la gente dice a menudo: “Tengo fe, voy al templo y rezo.” Lo que hacen cuando todo el trabajo está hecho es visitar brevemente el templo, exponer a Dios todas sus quejas, donar diez rupias para un ritual tradicional y volver a casa. Es como decir, “Dios, como eres ciego, he aquí las diez rupias para aceite para encender la lámpara.”O “Dios, como eres sordo, aquí están mis diez rupias para fuegos artificiales para ayudarte a oir, para que así puedas cumplir mis deseos.” Amma no os pide que no hagáis esto. Tales contribuciones son buenas, ya que ese dinero puede servir de ayuda a una persona, pero son vuestras buenas acciones las que son necesarias.
Tendríais que rezar: “Dios por favor dame una mente que no cause daño a otros de pensamiento, palabra u obra.” Esta es la verdadera oración. Tenemos que despertar a ella. La gracia de Dios fluye en un esfuerzo libre de ego. El esfuerzo desinteresado es nuestro único activo verdadero.
Una semilla en el desierto o sobre una roca no germinará. Cuando el agua de la compasión fluye a nuestro corazón, la semilla en su interior se abre y brota. Tenemos que cultivar la compasión junto con la actitud de entrega. El universo mismo existe sobre los cimientos de la compasión.
Aprende a ver a Dios en todo, como está ejemplificado en las escrituras, en la historia de auto sacrificio del rey Shibi, cuyo ojo izquierdo lloraba lágrimas de tristeza porque solo el lado derecho de su cuerpo daba la carne que alimentaba a un águila hambrienta. La historia ilustra el más alto principio de que no hay dos, solo hay un Ser. Ver al prójimo como a uno mismo, amarlo y servirlo. ¡Levantaos, despertad a esa visión del mundo!
Este es el principio que viven y ejemplifican los gurus. Viendo el todo como parte de un mismo cuerpo, cuando una persona sufre, otra le consuela. Igual que cuando se hiere la mano derecha, la izquierda automáticamente la acaricia. O como cuando el dedo se mete en el ojo, no lo cortamos. Debemos tener esa actitud para ser capaces de perdonar, olvidar y asimilarnos al prójimo y a sus carencias. Esta es la actitud que nos hará avanzar.