Un niño se avergonzará y molestará si sus amigos le señalan manchas que lleva en la ropa. Incluso puede sentir resentimiento hacia ellos. Pero si al-guien avisa a un adulto diciéndole que se ha manchado la ropa, él no sen-tirá el más mínimo resentimiento contra esa persona, en todo caso se lo agradecerá. Tampoco se sentirá avergonzado, porque no verá las manchas como un defecto personal suyo. Pero el niño no tiene tal discernimiento. Por lo tanto, tales situaciones lo angustiarán y lo enfadarán.
Sin embargo, si se critica el comportamiento o las acciones de un adulto, esa persona  se sentirá naturalmente molesta y reaccionará con ira. No demostrará entonces el mismo desapego que mostró cuando le avisaron de las manchas en su ropa, porque se identifica con su propio comporta-miento y acciones. La persona es incapaz de verlo desapasionadamente, como un testigo. Si puede hacerlo, será capaz de aceptar cualquier crítica o acusación con calma, y corregirse si considera que el comentario que le hacen es válido. Si da un paso más, incluso agradecerá a quienes le critica-ron, y si las críticas y las acusaciones son infundadas, se reirá de ellas.

Así como el tallo de la flor de loto extrae todo el alimento que necesita del barro en el que está enraizado y produce flores hermosas y fragantes, de igual forma debemos aprender a obtener conciencia y energía del fango de la crítica. Si podemos hacerlo así, la vid de nuestra vida dará flores de paz y felicidad.

La escritora es una líder espiritual y humanitaria de renombre mundial.